El 30 de mayo, cuando comenzó el verano, el grito de “We love you”, que es el saludo de amor, no se detuvo en la sala de llegadas del Aeropuerto Internacional de Incheon. Fue porque llegaron los miembros extranjeros de Nepal, India, Mongolia, Tailandia, Laos, Birmania, Sri Lanka, Nueva Zelanda, Australia, República de Sudáfrica, Ghana, Tanzania, Botsuana, Togo, etc., uno tras otro todo el día y compartieron la alegría del encuentro con los miembros coreanos que estuvieron allí para recibirlos.

La Madre abrazó a todos y cada uno de los casi doscientos cuarenta miembros de ciento nueve iglesias de Asia, África y Oceanía, y expresó lo mucho que los había extrañado y amado. Y los bendijo para que sean grandes obreros del evangelio al recibir del Padre el Espíritu Santo en abundancia, pues visitaron Corea pese a las situaciones difíciles, y también mostró su amor hacia los miembros extranjeros que no habían podido unirse a esta visita. Al día siguiente, la Madre misma enseñó sobre el amor durante el culto de apertura llevado a cabo en el Templo de la Nueva Jerusalén en Pangyo: “Dios es amor. Por tanto, los hijos de Dios deben convertirse en el mismo amor y compartirlo con el mundo en todo momento. Transmitamos el verdadero amor de la Pascua que trae la vida eterna y la salvación. Además, por favor compartan amor mutuamente durante su estadía, para que puedan emitir la fragancia de Cristo”. Los miembros grabaron las palabras de la Madre en lo profundo de su corazón.

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El horario del grupo de visita consistió en programas educativos como la educación integrada, la práctica de predicación, la educación para obreros, la educación audiovisual, etc., visitas a las iglesias locales, institutos de formación y el Museo de Historia de la Iglesia de Dios, recorrido por la Torre N de Seúl, el Monumento a la Guerra de Corea, un acuario, etc., para seguir las huellas del Padre y la Madre celestiales y para entender Corea, la Tierra Santa del evangelio.

Los miembros del extranjero eran de diversas culturas como sus diferentes trajes tradicionales con los que se vistieron: deel (Mongolia), chut thai (Tailandia), churidar y kurta (India), daura-suruwal(Nepal), diadema Zulú y shweshwe (República de Sudáfrica), etc. Sin embargo, llegaron a ser uno en la Madre. Aunque hablaban ocho idiomas diferentes, la comunicación no era un problema. Se saludaban en el idioma del otro; los miembros asiáticos conversaban en inglés con los miembros de África o de Oceanía; y los miembros nepaleses y mongoles compartían sus fragancias de Sion en un coreano fluido.

Ante todo, el idioma oficial que los vinculó fue el amor de la Madre. “Durante toda la estadía, estuvimos en paz como un bebé en los brazos de su mamá, y fuimos consolados en gran medida. Pudimos conocer cuánto nos ama la Madre mediante esta visita.” Manifestando su emoción, el grupo de visita concluyó todos los programas con la resolución de predicar a los siete mil millones de personas en sus continentes y países, y apresuraron sus pasos para salvar al mundo, animándose.

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