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Internacionales

Dios da habilidades a los que trabajan

  • País | Nepal
  • Fecha | Julio 01, 2003
ⓒ 2003 WATV
Muchas personas probablemente pensarían que lo más difícil para hacer la misión en el extranjero es la barrera del idioma. Por eso, cuando las personas piensan en su falta de capacidad en el idioma, pierden la confianza, y su grito: “Heme aquí, envíeme a mí”, se marchita.

No obstante, todos sabemos que la obra del evangelio no la hacemos nosotros, sino que es Dios quien siempre nos da fortaleza y habilidad. En Nepal, realmente experimenté este hecho, porque si somos llamados para hacer la misión en el extranjero, no tenemos que dudar por nuestra poca habilidad en el idioma. El éxito o el fracaso de la misión en el extranjero no depende de qué tan bien hablen el idioma, sino de qué tan bien practiquen el amor sacrificado del Padre y de la Madre.

Antes de venir a Nepal, no conocía nada acerca de este país. “Aunque aprendí inglés estudiando 10 años en la escuela, todavía me es difícil aplicarlo en la vida real. ¿Cómo predicaré este evangelio en un idioma que nunca he aprendido en mi vida?” Lejos de preocuparme, fui a Nepal, creyendo que Dios prepararía todo para mí y que me daría habilidad cuando lo necesitara.

Cuando escuché por primera vez el idioma nepalí, me hizo recordar el idioma africano que había escuchado antes en televisión. Era poco familiar para mí, tanto que estaba totalmente desconcertado. Al principio, oraba en inglés aunque no lo hablaba muy bien, pero era el único idioma que había aprendido, y un diácono (que ahora es misionero) que podía hablar muy bien el coreano traducía mi sermón en nepalí.

Pero mi oración en inglés no conmovía mi corazón ni el de los miembros. No podían comprender las oraciones en inglés, pero repetían “Amén”. Pensé que de esta manera no podría acercarme a los miembros, y que sería imposible transmitir el amor del Padre y de la Madre.

Entonces decidí escribir la pronunciación y traté de memorizarla. Durante una semana, grabé las oraciones, las escuchaba y las repetía. Sin embargo, no podía familiarizarme con este idioma.

ⓒ 2003 WATV
El día de reposo, leí las oraciones que había practicado por una semana lo suficiente para romper el casete. Casi olvido la oración debido al fuerte “Amén” que emitían los miembros. Me conmoví mucho.

Después del culto, los miembros vinieron y dijeron: “Muchas gracias por orar en nuestro idioma”. Al ver a la familia de Sion conmovida por la oración en nepalí, me sentí muy avergonzado por no haber hecho esto antes y así agradar mucho más a nuestra Madre.

Y obtuve otra enorme esperanza. Estaba más confiado, aunque el idioma todavía me parecía muy difícil. Practicaba la lectura y la escritura, y establecí una meta para predicar en nepalí. Hice un cuaderno de predicación y pedí a los miembros que me ayudaran a traducirlo en nepalí. Por supuesto, no pude comprender las palabras. Parecía imposible memorizar todas las líneas del sermón, pero decidí no quedarme en la mitad. El primer día de mi predicación en nepalí, dificilmente miraba el rostro de los miembros, porque me encontraba ocupado leyendo el papel.

No obstante, Dios conmovió los corazones de los miembros haciéndoles sentir el sacrificio del Padre y de la Madre, no por mi habilidad en el idioma, sino por mi corazón ansioso de predicar el mensaje. Los miembros parecían comprender el corazón ansioso y el sacrificio del Padre y de la Madre que dejaron la gloria del cielo, a tráves de un misionero que vino de un país rico como Corea y que hacía todos los esfuerzos para despertarlos.

Al ver a los miembros que tenían esta clase de comprensión, me animé y pensé que debía esfozarme más que antes. Después de leer repetidamente los papeles, se me ocurrió una idea de cómo hablar nepalí. Cuando salía a predicar el evangelio, hablaba muy difícilmente el nepalí, aunque a veces sentía que lo que hablaba no tenía sentido. Después empecé a aprender las palabras de manera natural día tras día.

En un día de reposo, doblé el papel de predicación que había preparado durante una semana. “Realmente, tenía más palabras que decirles que las que he preparado. Lo que más me oprimía era que no podía mirarlos a la cara mientras predicaba. Por eso, desde ahora voy a predicar mirándolos a la cara, aunque mi sermón tenga sentido o no. Si me equivoco, por favor ayúdenme a corregirme. Predicaré las palabras de Dios y ustedes recibirán la gracia de Dios.”

Dios hizo todo y me dio habilidad. La predicación terminó llena de gracia, y agradecí a Dios, quien siempre ayuda a los que trabajan duro para el evangelio. Nunca imaginé que yo podría hablar nepalí muy bien. Estaba totalmente conmovido.

ⓒ 2003 WATV
Aún no puedo hablar bien el nepalí, pero ahora predico el amor del Padre y de la Madre directamente en nepalí. Cuando los miembros escuchan el camino de sacrificio del Padre y de la Madre, aunque mi nepalí es muy pobre, todos derramamos lágrimas juntos. Todos sentimos que somos los hermanos y hermanas celestiales que se comunican de manera espiritual, y todos creemos que somos los hijos del Padre y de la Madre que hemos heredado su sangre.

Gracias a la bendición de la Madre, guardamos la pascua de este año en una iglesia grande sin sufrir ninguna interrupción de los adoradores de los ídolos. Nosotros, los hijos de Dios, guardamos la pascua con respeto, alabando al Padre y a la Madre.

Cuando pienso en las huellas pasadas de la iglesia de Nepal, mediante lo cual Dios me dio mucho entendimiento, una ola de placer viene sobre mí e imagino el día en el cielo cuando recuerde estos momentos. Quizás la iglesia de Nepal tenga que pasar por muchas más cosas. Sin embargo, nosotros, llenos de amor, estamos siguiendo a nuestra Madre con gozo por dondequiera que va.

Gracias Padre y Madre por darme día a día la dicha de predicar el evangelio y por permitirme tierras para explotar. Ahora, prometo ser un profeta sincero, un misionero genuino de la Iglesia de Dios que diga en todo momento: “Heme aquí, envíeme a mí”. Madre, muchas gracias por permitirme estar con ustedes.
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