Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Los aprobados por Dios
La gente del mundo vive a su modo, según sus propias opiniones. Algunos consideran correcta una cosa, y otros tienen por verdadera a otra. En los círculos políticos, el partido oficialista y los opositores se enfrentan unos a otros con opiniones divididas. Y en ocasiones, la gente se vuelve contra sus vecinos, levantando sus voces. A veces también las parejas de esposos discuten a causa de sus diferentes formas de vida.
Si todos dicen estar en lo correcto, ¿quién podrá decidir qué es lo correcto y qué lo incorrecto? A juzgar por la Biblia, es únicamente Dios quien al final puede distinguir lo correcto de lo incorrecto. Es por ello que hay en la Biblia un Juicio Final.
Ahora, los hijos de Sion están corriendo a Jerusalén. En la primera venida de Jesús, los apóstoles, que proclamaron la verdad, fueron perseguidos; y la iglesia primitiva (la Iglesia de Dios) fue calumniada. Y lo mismo sucede ahora. Estudiemos ahora, a través de la Biblia, quién es aprobado por Dios.
Un hombre aprobado por un adivino
Había un hombre llamado Beommungong en la época de la dinastía Song de China. Cuando era joven, Beommungong visitó cierta vez a un adivino, y le preguntó sobre su fortuna.
"¿Seré Primer Ministro?" preguntó. El adivino lo miró fijamente y le dijo que no podría ser Primer Ministro. Entonces el hombre preguntó si sería acaso médico. El adivino miró dubitativo al hombre –pues en aquel entonces los médicos no eran apreciados– y le preguntó por qué quería cambiar de Primer Ministro a médico, oficio no reconocido.
"Yo pensaba", respondió Beommungong, "que como Primer Ministro podría librar a la gente de su miseria; pero usted dijo que no estoy calificado para ello. Por eso, ahora pienso que podría ayudar a la gente como médico, atendiendo a los que sufren y padecen dolencias. Por esta razón le pregunté si yo podría ser médico."
Entonces el adivino se dio palmadas en las rodillas y se retractó de sus palabras, diciéndole que sí estaría apto para ser Primer Ministro. Beommungong, confuso, exigió una explicación. "¿Por qué se ha retractado de su primera predicción?", preguntó. "En un momento dijo que yo no podría ser Primer Ministro, y ahora dice que sí. Su predicción carece de credibilidad."
El adivino respondió: "Hay muchos factores que deciden el destino de uno; el más importante es la mente. De acuerdo a su estrella, usted no está destinado a ser Primer Ministro; pero a juzgar por su mentalidad, merece serlo. Al principio no pude captar bien su mente. Ciertamente usted será Primer Ministro".
Los que conocen justicia son aprobados por Dios
Beommungong fue aprobado como Primer Ministro por el adivino que leyó su mente. ¿Y nosotros? ¿Por quién debemos ser aprobados? La Biblia nos da una respuesta.
Is. 51:4-8 『Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos. Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos; […] pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá. Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes. Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos.』
¿Quiénes son "los que conocen justicia" y "el pueblo en cuyo corazón está la ley de Dios"? Son el pueblo que está en Sion, donde Dios estableció la ley del nuevo pacto. Ellos somos nosotros. Dios, el Juez de todos, nos ha aprobado. ¡Qué fidedigno y auténtico!
No hemos sido aprobados por un simple adivino, para ser Primeros Ministros de algún país, sino por Dios, para ser el sacerdocio real que vivirá por siempre en el reino del cielo. Sin embargo, los aprobados por Dios están destinados a ser calumniados por los que Dios no ha aprobado.
Los justos son calumniados por los malos
Como los justos del mundo no son aprobados por todos, tampoco los justos de Dios lo son. En la antigua China, Confucio dio una definición de "un gran hombre".
Cierto día, un pupilo de Confucio llamado Zigong, le preguntó: "Maestro, ¿quién es un gran hombre? ¿Podrá serlo aquel de quien toda la aldea habla bien?" "No", respondió Confucio. "Si alguien es aprobado por gente respetable, debe de ser un gran hombre. Pero si es aprobado por los malos, no puede ser considerado un gran hombre. Es por ello que si la aldea entera habla bien de una persona, probablemente esta no lo merezca."
"¿Quién es, pues, un gran hombre?", volvió a preguntar Zigong. Y Confucio respondió: "Aquel que es aprobado por gente respetable y desaprobado por los hombres, es realmente un gran hombre".
Tal parece que los grandes hombres eran criticados por los malos también en la época de Confucio. Dios nos dijo: "No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes". Si los malos hablan mal de nosotros, podemos estar seguros de que somos justos. Ningún justo habla mal de nosotros. El gran Dios, los bellos ángeles y nuestros antepasados de la fe (todos los justos), nos alaban por guardar el nuevo pacto y predicar con celo; pero los malos siempre nos difaman con toda clase de mentiras.
Viéndolo de este modo, debe tomarse nota de lo que Confucio dijo: "Una gran persona es aprobada por la gente respetable, mas desaprobada por los malos". Sin duda alguna, esto se aplica a los hermanos y hermanas de Sion.
La verdad es aprobada por Dios y rechazada por los hombres
Evaluemos repetidas veces quién es aprobado por Dios.
2 Co. 10:17-18 『Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.』
Sal. 1:1-6 『Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como el árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará. No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá.』
Nosotros debemos ser aprobados por Dios. Solo el pueblo de Sion, que Dios mismo ha establecido, es merecedor de su elogio de aprobación.
Los malos alaban a los que participan con ellos en malas obras, y no a los que hacen justicia. Estos aprueban y alaban las falsas doctrinas y a las iglesias que las siguen. Por consiguiente, los que hacen lo justo y andan en caminos de justicia, son siempre reprimidos por los malos.
En ninguno de los 66 libros de la Biblia hay escrito alguno que diga que la verdad es aprobada por todos los hombres; esta siempre ha sido calumniada por los malos. Cuando Nehemías construyó el templo por la voluntad de Dios, los malos, como Tobías y Sanbalat, trataron de impedírselo. Algunos participaron en la construcción del templo con gozo; pero los malos continuamente les impedían levantar el muro del templo, de modo que no llegara a su altura final.
Lo mismo sucedió con Jesús cuando vino a esta tierra hace dos mil años. Los justos, entre ellos sus discípulos, Nicodemo y José de Arimatea, se asombraron de las enseñanzas de Jesús y desearon sinceramente seguirlo. Pero los principales sacerdotes, intérpretes de la ley y fariseos, a quienes Jesús acusó por su maldad, advirtiéndoles su maldición, rechazaron y acusaron a Jesús. Estos lo calumniaron, alegando que incitaba al pueblo a rebelarse. Y además de esto, intentaron apedrearlo a muerte, diciéndole: "Porque tú, siendo hombre, te haces Dios".
Los santos de la iglesia primitiva sufrieron del mismo modo: fueron perseguidos y afligidos, calumniados por los malos. Pero eran grandes y honorables ante los ojos de Dios y de los espíritus de los justos. Ni en la iglesia primitiva ni en los días de Noé y Abraham ocurrió que los justos fueran alabados por los malos. Así, la historia bíblica nos muestra que la verdad ha de ser aprobada por Dios, pero calumniada por los malos.
Dios nos ha dicho que no temamos la afrenta de los hombres ni desmayemos por sus insultos; pues la afrenta viene de los malos, no de Dios. Nosotros somos aprobados por Dios y por los espíritus de los justos, pero afrentados por los malos; este hecho prueba que estamos calificados para ser grandes y justos, y que seguimos el camino de la verdad. Dios conoce el camino de los justos, mas la senda de los malos perecerá; esta es la voluntad de Dios.
Los ministros del nuevo pacto son aprobados por Dios
Es importante saber quién nos aprueba. Los aprobados por Dios están en Sion, la ciudad de las fiestas solemnes de Dios; ellos siguen al Cordero por dondequiera que va, están unidos y se complacen haciendo la voluntad de Dios.
2 Ti. 2:15 『Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.』
Hemos sido aprobados y llamados por Dios para ser sus obreros. Veamos para qué hemos sido llamados.
2 Co. 3:5-6『no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.』
Ahora nosotros guardamos y proclamamos los decretos y leyes del nuevo pacto. Los aprobados por Dios son ministros del nuevo pacto.
Las numerosas iglesias de hoy en día, no guardan el nuevo pacto, y están lejos de los decretos y leyes de Dios; y diciendo "Señor, Señor", lo niegan con sus actos.
Ellos están contra la verdad, igual que los fariseos e intérpretes de la ley estuvieron contra Jesús hace dos mil años, acusándolo de hacerse Dios siendo hombre, y de ser cabecilla de la secta de los nazarenos. No tenemos por qué temer la afrenta de los que carecen de la aprobación divina ni desmayar por sus ultrajes. Aunque ellos nos consideran herejes, Dios nos aprueba. Jesús y los apóstoles que lo siguieron, entraron en el reino de los cielos. Lo que importa es la aprobación de Dios, y no la de los hombres.
Cuando comprendamos estas cosas, podremos andar con alegría en el camino de la fe. Nosotros hemos sido grandemente bendecidos, pues Dios nos ha aprobado y los malos hablan mal de nosotros.
El nuevo pacto es el testimonio de Dios
Dios nos muestra cuál es su testimonio, como sigue.
1 Jn. 5:9-13 『Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo […]. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.』
Dios dijo que nos dará la vida eterna cuando tengamos a Jesús en nosotros. Y nos enseñó la manera en que Jesús morará en nosotros, a través del versículo relacionado.
Jn. 6:53-57 “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.”
Jesús ha prometido que su carne es el pan de la pascua y que su sangre es el vino de la pascua. Por eso, si uno no come el pan ni bebe el vino de la pascua, no puede ser aprobado por Dios aunque diga ser cristiano (Mt. 7:21-23).
La fe cristiana consiste en creer en la promesa de Dios. Jesús ha prometido que dará vida eterna a los que celebraren la pascua del nuevo pacto, y que permanecerá en ellos. Es por eso que nadie puede tener a Jesús sin celebrar la pascua. A partir de esto, podemos ver que Dios aprueba a los que guardan el nuevo pacto, que son los santos de la Iglesia de Dios.
Aquellos que son redimidos de entre los de la tierra en los últimos días, son los que están con el Cordero en Sion, la ciudad de las fiestas solemnes de Dios. Estos son los santos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Ap. 14:1-3, 12). Dios los aprueba y los salva.
Juzguen todo según la palabra de Dios
Cuando emitimos un juicio, debemos hacerlo basados en la palabra de Dios, y no en la de los malos. Cuando hay opiniones divididas en casa, o cuando discutimos un asunto con los hermanos y hermanas de Sion y es necesario tomar una decisión, tenemos que considerar como elemento de juicio la palabra de Dios y resolver dicha cuestión siguiendo la voluntad de Dios. De este modo obtendremos un buen resultado, ya que Dios nos guía en su verdad y nos educa, a fin de que tengamos todo lo bueno (vida eterna, alegría infinita, paz, etc.). Haciendo a un lado nuestros pensamientos, sigamos las enseñanzas de Dios y tengamos su palabra como único criterio para hacer diferencia entre la verdad y la falsedad.
Un hombre aprobado por los justos y calumniado por los malos, es realmente una persona justa. Guardando esto en el corazón, pongamos siempre atención a la palabra y el juicio de Dios. Sigamos solo la verdad, sin dar importancia a lo que digan los malos sobre nosotros. Hay aún muchas almas que no han recibido la verdad; esforcémonos todos juntos en guiarlas a Sion, ayudándoles a distinguir la verdad de la falsedad.