Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Háganos conocer el amor de Dios
Dios nos ha dado varios mandamientos, diciéndonos que los obedezcamos. Estos mandamientos no son órdenes dictatoriales; Dios no nos dio sus mandamientos para restringir nuestra libertad.
Guardar los mandamientos de Dios, amar a los hermanos, predicar el evangelio… Todo viene del amor de Dios. Cada palabra de Dios contiene su invisible amor.
Dios ha venido a salvar a sus hijos que pecaron
Para entender el amor de Dios, es preciso que tengamos conocimiento del alma. Sin saber el principio del alma, no podemos comprender por qué los seres humanos viven con aflicción y dolor en esta tierra, y por qué Dios Todopoderoso, que creó todas las cosas por su palabra, ha sido sacrificado durante seis mil años por nuestra redención.
El hombre está formado de dos cosas, un cuerpo hecho del polvo, y un alma, que es el aliento de vida (Gn. 2:7). El polvo se hizo un ser cuando la tierra fue creada, mientras que el espíritu, el aliento de vida, ya existía con Dios. En otras palabras, nuestro espíritu, el aliento de vida de Dios, vivía con Dios en el glorioso reino de los cielos, y todos nosotros éramos ángeles.
Pr. 8:22-27 『Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; no había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;』
Salomón, el escritor de Proverbios, testificó que él ya había sido creado y que observaba cuando Dios creaba todas las cosas. Si Salomón ya había nacido antes que Dios hiciese la tierra, los campos y el principio del polvo del mundo, él debe de haber nacido como un ser espiritual, como un ángel, para poder observar a Dios creándolo todo. Lo mismo sucede con Job.
Job 38:1-7, 21 『Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: […] ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? […] ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, y es grande el número de tus días.』
Los niños no recuerdan cuando eran más pequeños, pero los padres sí. Cuando Dios preguntó a Job: "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?" Job no pudo recordar los días cuando Dios creaba todas las cosas, y Dios le dijo que él ya había nacido. Si Job ya había nacido cuando Dios fundaba la tierra, ¿dónde, pues, estaba él? ¿Estaba en la tierra? No.
Igual que Salomón y Job, nosotros también éramos ángeles antes de nacer en este mundo; vivíamos con gloria, cantando alabanzas a Dios en el reino celestial. Sin embargo, un día fuimos tentados por Satanás, "el Lucero, hijo de la mañana", y pecamos; por lo que fuimos arrojados a esta tierra (Is. 14:12-15, Ap. 12:7-9).
Dios nos ha rescatado del tormento del infierno y nos ha llevado al reino de los cielos
Dios vino del cielo a esta tierra voluntariamente para buscar a sus hijos perdidos, teniendo misericordia de ellos (Mt. 9:13, Lc. 19:10). Para buscar y salvar a estos pecadores, Dios vino a semejanza del cuerpo de pecado, y nos liberó del pecado a través de la sangre del sacrificio de la pascua, y nos hizo inmortales. Él estableció el nuevo pacto, la verdad de vida, y nos dijo que la guardemos, para que los pecadores que hemos perdido la memoria del cielo, podamos saber que existe el reino de Dios, y volvamos allá sin falta. El mundo eterno al que debemos ir, ya está preparado para nosotros. Si obedecemos la palabra de Dios, iremos al cielo, nuestro hogar eterno. Si no lo hacemos, seremos castigados en el infierno.
Mr. 9:43-49 『Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado […]. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.』
Lc. 16:19-31 『Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, […] Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.』
Este versículo describe lo horrible que es sufrir en el infierno. Es un lugar de tormento que dura para siempre. Piense en el hombre rico que suplicaba una gota de agua para refrescar su lengua, atormentado en las llamas. Por eso Dios nos advierte seriamente que evitemos el castigo del infierno. Para liberar a sus hijos de la angustia y el tormento del infierno, él vino a esta tierra y estableció la verdad del nuevo pacto, sufriendo el castigo que merecían los pecadores. El nuevo pacto contiene el invisible amor de Dios, quien quiere perdonar todos nuestros pecados y guiarnos al reino de los cielos, donde no hay más muerte, ni dolor, ni aflicción (Ap. 21:1-4).
El infinito amor de Dios
Piense en cuántas personas ha utilizado Dios para guiarnos a la verdad. En realidad, hay muchísimas personas a nuestro alrededor que han sido enviadas por Dios. A veces son usados para probarnos y refinarnos, y a veces como buenos compañeros y líderes. Dios los ha enviado a todos con el fin de guiarnos al eterno reino de los cielos. Sin embargo, hasta ahora ignorábamos este hecho.
Sienta la mano de Dios, que nos guía al cielo utilizando a muchas personas, sin escatimar nada para hacernos nuevas criaturas. Dios nos ama y cuida mucho.
Ro. 5:3-11 『y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.』
Dios nos amó y se sacrificó voluntariamente por nosotros mientras aún éramos pecadores que merecían morir, y no ser amados por él. Él fue azotado, traspasado y molido en lugar de nosotros, pecadores irremisibles, y derramó su preciosa sangre, con lo cual demostró su amor por nosotros.
El amor terrenal es transitorio y condicionado. Aunque un hombre y una mujer se amen mucho, cuando se casen y vivan juntos, comenzarán a pelear con frecuencia. Padres, hijos, hermanos y amigos terminan separándose con el tiempo o por las circunstancias, aunque su relación sea muy cercana. Pero el amor de Dios trasciende todas las fronteras.
Mt. 28:18-20 『Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.』
Solo Dios está siempre con nosotros, hasta el fin del mundo. Él nos ama incondicionalmente, y su amor permanece firme en cualquier situación. Él nunca nos olvidó cuando aún éramos pecadores. Él está siempre con nosotros, hasta el día en que volvamos al eterno reino de los cielos, y también allí estará con nosotros por siempre.
1 Jn. 4:7-11 『Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. […] Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.』
Dios es amor. Debemos compartir el abundante e inmutable amor de Dios con nuestros hermanos, y con toda la gente a nuestro alrededor. Como hijos de Dios, tenemos que aprender de su amor y ponerlo en práctica.
No murmuren
Cuando visité nuestra iglesia en el extranjero, tuve la oportunidad de leer un poema enmarcado en la pared, titulado "Huellas en la Arena": "Una noche tuve un sueño. Caminaba por la playa con mi Señor. En el oscuro cielo, aparecían escenas de mi vida. En cada escena, noté que había dos pares de pisadas en la arena, las primeras mías, y las otras de mi Señor. Cuando apareció la última escena de mi vida, miré las huellas en la arena. Había solo un par de pisadas. Comprendí que esto sucedía en los momentos más tristes y deprimidos de mi vida. Esto me preocupaba, y pregunté al Señor acerca de este dilema. ‘Señor, usted me dijo cuando decidí seguirlo, que usted siempre caminaría conmigo y me hablaría en todo el camino. Pero me doy cuenta de que, en el momento más conflictivo de mi vida, solo hay un par de huellas. Simplemente no entiendo por qué usted me abandona cuando más lo necesito.'
Y el Señor susurró: ‘Mi precioso hijo, yo te amo y nunca te he abandonado en tus pruebas y aflicciones. Cuando veías solo un par de huellas, era yo que te estaba cargando'".
Este poema retrata de manera figurada el amor de Dios. El amor humano busca lo suyo; no obstante, el amor de Dios es perfecto e incondicional. Cuando estamos abrumados por las tentaciones y pruebas, Dios nos carga y nos lleva al cielo. Él nos cubre con sus plumas y nos protege de todo peligro.
Sin embargo, a veces nos equivocamos y no entendemos el amor de Dios, y murmuramos contra Dios como el hombre de esta historia. No hay nada de qué quejarse. Todo sucede de acuerdo a la voluntad de Dios, para guiarnos al reino de los cielos.
Stg. 5:7-9 『Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.』
1 Co. 10:5-12 『Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. […] Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.』
La murmuración conduce al juicio, y el juicio trae destrucción. La Biblia nos dice que quejarse es un pecado grave, y que el que se queja merece el juicio y la muerte. Piense en los israelitas que murmuraron contra Dios y contra Moisés y Aarón, y fueron todos destruidos.
Si no sentimos la mano de Dios que nos ayuda en toda situación, las pasiones de nuestra carne nos hacen quejarnos. Cuando contenemos los deseos de la carne y consideramos el deseo del Espíritu, somos capaces de percibir el amor de Dios con nuestros ojos espirituales, y de correr alegremente hacia el cielo.
¿Creemos en Dios y le tememos con el fin de mejorar nuestra calidad de vida en la tierra? De ninguna manera. Si así fuera, Jesús habría ganado poder terrenal cuando vino a esta tierra en carne. Esta tierra es una prisión espiritual, la ciudad de refugio, y no un lugar cómodo. Cada uno lleva su propia cruz en su vida.
Sin embargo, tenemos garantizado que cosecharemos los frutos de nuestra labor: el reino de los cielos, la vida eterna, la salvación, el sacerdocio real, el firme amor de Dios, etc. Jesús dijo: "Mi reino no es de este mundo" (Jn. 18:36). Grabando estas palabras en el corazón, incrementemos nuestra esperanza en el eterno reino de los cielos.
Den gracias en todo y anden en el amor
Si no sentimos el amor de Dios, llegamos a cansarnos de la vida en la tierra y comenzamos a quejarnos. Pero si comprendemos el amor de Dios, hemos de darle gracias todos los días. La Biblia dice que estemos siempre gozosos, oremos sin cesar y demos gracias en todo.
1 Ts. 5:16-18 『Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.』
Dios es nuestro Padre y Madre, y el eterno reino de los cielos es nuestro. Por esta razón podemos estar siempre gozosos. La gente siente tristeza por el envejecimiento y el temor de la muerte. Nosotros no sentimos eso. Dios nos ha dado paz, gozo y felicidad para siempre, mediante la verdad del nuevo pacto. ¿Cómo podríamos dejar de regocijarnos y dar gracias?
Así, podemos estar gozosos y felices al creer en el Padre y en la Madre. No solo tenemos que cumplir los mandamientos, sino también el amor; este es un gran mecanismo.
Col. 3:13-17 『Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, […] y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales […], dando gracias a Dios Padre por medio de él.』
Col. 2:6-7 『Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.』
Dios nos ha dado la verdad del nuevo pacto y el permiso de entrar en el reino de los cielos; Dios es nuestro Padre y Madre; nosotros somos hermanos y hermanas y trabajamos duro y juntos para guiar al mundo al camino recto, y para establecer el reino del evangelio. Por todas estas cosas tenemos que dar gracias. Demos gracias siempre a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales, en lugar de quejarnos por causa de los deseos de la carne.
Nadie puede decir que conoce la Biblia sin entender primero el amor de Dios. Solo los que comprenden el amor de Dios pueden conocer la Biblia y a Dios. Debemos llenar nuestra casa y la iglesia con el amor de Dios. Cuando nos parezcamos a Dios, que es amor, y nos sirvamos unos a otros en amor fraternal, nos llenaremos de gratitud en todo.
Ef. 5:1-4 『Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. […] ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.』
La gratitud es una prueba de que hemos entendido el amor de Dios. En Apocalipsis 4, los ancianos echan sus coronas delante del trono, y dan gloria a Dios. ¿Cómo pueden hacer esto? Es porque han entendido el amor de Dios. Del mismo modo, podemos ser agradecidos si entendemos el amor de Dios. Dios nos ha dado a los que vivíamos sin esperanza, la esperanza del cielo y la bendición de la vida eterna. Aunque alabáramos y diéramos gracias a Dios por siempre y para siempre, no sería suficiente.
Si damos gracias en todo, Dios nos permitirá más cosas por las que dar gracias. Hasta que encontremos a todos nuestros hermanos celestiales, sigamos proclamando las maravillosas obras de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, estando siempre gozosos y dando gracias en todo. Dios nos cuida como a la niña de sus ojos y nos ama sin cesar. Recordando el amor en todo momento y dando gracias constantemente, proclamemos el amor del Padre y la Madre a toda la gente del mundo.