Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
La fe que vacila y la fe que se entrega
Hay numerosas personas en el mundo que dicen creer en Dios. Sin embargo, solo los que obedecen totalmente la palabra de Dios pueden decir que creen realmente en Dios. Con frecuencia vemos a personas que dicen que creen en Dios, pero lo niegan con sus actos. Ellos insisten en tener su propia manera, diciendo: "Aunque Dios dice eso, pienso que es mejor hacerlo de este modo".
"Creo en Dios, pero esta vez lo haré a mi manera, y la próxima vez obedeceré la voluntad de Dios, si es que me agrada." Este no es el pensamiento de quien se entrega completamente a la voluntad de Dios, sino de una persona que aplaza el entregarse completamente a la voluntad de Dios. Lo que agrada a Dios es la fe que se entrega, y no la fe que vacila.
Dado que Dios nos ha comprado con su preciosa sangre derramada en la cruz, nosotros somos de Dios. Si somos propiedad de Dios, debemos entregar todo a Dios. Si alguno dice que hace la voluntad de Dios pero lo niega con sus obras, es el que tiene una "fe que vacila", es decir, que aplaza el entregarse a Dios. Si alguno entrega por completo su espíritu a Dios, es el que tiene una "fe que se entrega". Ahora, pensemos en qué clase de fe debemos tener, a través de las enseñanzas de la Biblia.
Lleven frutos mediante la obediencia
Esto es lo que sucedió una vez a un equipo de béisbol profesional. Un corredor estaba en la base, y el entrenador dio al bateador la señal de hacer un toque de bola en un momento muy crítico en que el equipo podía ganar o perder el juego por un punto. Pero cuando el bateador vio que la bola se acercaba lo suficientemente al bate, anotó un cuadrangular en lugar del toque de bola. El equipo ganó el juego y la audiencia no se cansaba de aplaudir al jugador. No obstante, el entrenador lucía rígido y serio. Aquella noche, el entrenador le contó a su amigo cómo se sentía.
"No estoy del todo feliz. Lo que yo quería era una victoria obtenida mediante la unidad de todos los miembros de nuestro equipo, y no una victoria ganada por la habilidad o el talento personal de un jugador. Hoy le di algunas instrucciones tácticas a un jugador, pero él no las tomó en cuenta y actuó a su propia manera. Esto no puede ser una verdadera victoria. Como entrenador, no he cuidado bien de los jugadores. Es por eso que la victoria de hoy no es una victoria, sino una derrota."
Es lo mismo con Dios. Él no desea que hagamos cosas según nuestros propios términos, sino que le entreguemos completamente nuestras almas y nos sometamos a su voluntad.
Tit. 1:16 『Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.』
Hay quienes aplazan su obediencia a la voluntad de Dios porque es contraria a su propia voluntad. Ellos son detestables y desobedientes, y no están aptos para hacer nada bueno. No debemos llegar a ser como esos hombres necios. Algunos podrían pensar que pueden llevar más fruto si actúan a su propia manera en lugar de seguir la palabra de Dios. ¡De ninguna manera! Si solo nos centramos en llevar fruto y descuidamos la obediencia, podríamos hacernos autocomplacientes y entregarnos al necio pensamiento de que las cosas que hacemos a nuestro propio modo darán mejores resultados que si hacemos lo que Dios nos ha dicho que hagamos.
Supongamos que algunos no han llevado fruto a pesar de obedecer completamente la palabra de Dios, y otros son desobedientes a la palabra de Dios pero llevan mucho fruto. ¿A quién dará buen fruto Dios, que hace fructíferas todas las cosas? Al final, es la persona obediente quien llevará abundantes frutos verdaderos.
La hermosa obediencia de Cristo
Aunque Dios puede hacerlo todo solo, nos ha dado una misión a cada uno. La razón es que quiere saber si nos entregamos completamente a la voluntad de Dios con fe obediente. Veamos el ejemplo de Cristo, quien siguió la voluntad de Dios siendo obediente hasta la muerte.
Fil. 2:5-12 『Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, […] para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,』
Aunque Cristo era en forma de Dios, se sometió a la voluntad de Dios, haciéndose obediente hasta la muerte, cuando estuvo vestido de la carne por un momento. Por eso Dios lo exaltó hasta lo supremo y le dio un nombre que es sobre todo nombre. A través del ejemplo de fe y obediencia de Jesús, Dios nos ha mostrado qué clase de gloria recibiremos cuando lo obedezcamos.
He. 5:8-10 『Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.』
La obediencia nos lleva a la fe perfecta. Sin embargo, muchos aplazan su obediencia a la voluntad de Dios confiando en sus propias habilidades. ¡Qué necios son! Dios maneja las cosas que están más allá del entendimiento humano. Dios me conoce mejor de lo que yo me conozco; él mira en mi corazón. Lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres (1 Co. 1:25). ¿Cómo podríamos comparar a Dios con los hombres?
La Biblia nos dice que nos ocupemos en nuestra salvación con temor y temblor, obedeciendo siempre la voluntad de Dios. Aunque lo que hacemos ahora parece débil e insensato para los hombres, si entregamos todas las cosas a Dios, al final esto nos guiará a todas las bendiciones y al eterno tesoro celestial. Para enseñarnos esta verdad, Jesús, que es Dios mismo, vino a esta tierra tomando la forma de un hombre como uno de nosotros, y nos mostró un ejemplo de qué clase de fe debemos tener al acercarnos a Dios. Él mostró el ejemplo perfecto de la obediencia incluso en el sufrimiento, por lo que fue hecho perfecto y llegó a ser la fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen.
Los 144 mil que siguen al Cordero por dondequiera que va
Todas las circunstancias se vuelven favorables si entregamos completamente nuestro espíritu a Dios y a su voluntad con fe obediente, siguiendo el ejemplo de Cristo.
Al terminar el año pasado, recibí una llamada telefónica del pastor de una iglesia de Corea, quien me dijo que su iglesia había guiado 70 almas a Dios en tan solo tres días. Cuando le pregunté cómo había llevado tanto fruto la iglesia, me respondió que los hermanos predicaron a la Madre Jerusalén como el Padre les había dicho.
Dios ha dicho que si proclamamos la gloria de Jerusalén al mundo entero, nuestros hermanos y hermanas perdidos volarán como nubes, como palomas a sus ventanas. A pesar de esto, algunos podrían razonar, desde su estrecho punto de vista, que si predican la gloria de Jerusalén, la gente no entenderá. "Esta vez le predicaré algo más", o "le enseñaré acerca de la Madre Jerusalén cuando crezca espiritualmente". Esta clase de pensamiento causa un retraso en el cumplimiento de la profecía.
Si la palabra de Dios ha resonado, debemos actuar de inmediato así como los soldados responden al llamado de trompeta. En el libro del Apocalipsis, está escrito que cuando Dios monta un caballo blanco y vence a sus enemigos, el ejército del cielo lo sigue, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino limpio y resplandeciente (Ap. 19:11-16). El ejército del cielo se refiere a los santos.
Supongamos que la trompeta ya ha sonado, pero los soldados no le dan importancia y hacen lo que les agrada. ¿Qué les sucederá? Si un soldado se va a dormir al toque de diana, o si pasea por el cuartel cuando suena el toque de queda, no escapará del castigo. Del mismo modo, si alguno no responde a la trompeta de la profecía, es una prueba de que tiene una fe que vacila en vez de una fe que se entrega, aplazando su obediencia a la voluntad de Dios en lugar de entregar completamente su espíritu a Dios.
Dios está esperando que nuestra obediencia sea perfecta (2 Co. 10:6). La esencia de la fe es la obediencia. El que es obediente a la palabra de Dios, puede entregar su espíritu completamente a Dios, y el que puede entregarse totalmente a Dios puede ser testigo de un gran milagro. Dios hace que todas las criaturas doblen las rodillas ante los que obedecen. ¿Acaso no vale la pena seguir a Dios por dondequiera que vaya?
Ap. 14:1-5 『Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil […]. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra. […] Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.』
La característica más saltante de los 144 mil es que ellos siguen al Cordero por dondequiera que va. En otras palabras, piensan los pensamientos de Dios y hacen la voluntad de Dios. Los insensatos que aplazan su obediencia a la voluntad de Dios o rehúsan seguir su voluntad, no pueden participar en la misma fe llena de gracia de los 144 mil.
Ellos siguen al Cordero por dondequiera que va. Esto muestra que no les preocupa a qué lugar son guiados, y tampoco si es un lugar favorable o desfavorable. Ellos están dispuestos a caminar por cualquier camino, sea llano o accidentado, fangoso o seco. El camino podría ocasionarnos sufrimientos físicos o mentales; sin embargo, si entendemos el amor de Dios que vino a esta tierra de pecado, y sufrió toda clase de insultos y burlas para salvar nuestras almas, estaremos dispuestos a entregarnos completamente a Dios.
La obediencia no es sumisión ciega. Es la obediencia que puede ser practicada solo por los que han entregado sus almas al 100% a Dios, comprendiendo correctamente su voluntad. Con un correcto entendimiento del Espíritu y la Esposa, debemos entregarles nuestras almas totalmente, y estar dispuestos a seguirlos por dondequiera que nos guíen. Dios selecciona a los que siguen al Cordero por dondequiera que va, y los salva.
Abraham y la fe que se entrega
Todos los antepasados de la fe en la Biblia estaban dispuestos a obedecer la voluntad de Dios. Entre ellos, Abraham mostró la obediencia más perfecta, la cual difícilmente puede practicar un hombre.
Gn. 22:1-13 『Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham […]. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. […] y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. […] Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.』
La obediencia de Abraham fue puesta a prueba. La prueba consistía en ofrecer en holocausto a su único y amado hijo Isaac, a quien había tenido a la edad de cien años. En esta situación, la mayoría de personas rogarían a Dios seriamente, diciendo con lágrimas: "Si usted no me hubiera dado un hijo, no estaría sufriendo así. ¿Ahora me dice a mí, que soy padre, que haga esta terrible cosa con mi hijo? ¡Cómo!" "Si usted retira su mandamiento solo esta vez, haré todo lo que me pida." Esto proviene de una fe que vacila. El que aplaza hacer la voluntad de Dios, es detestable y desobediente, y no puede escapar de la destrucción.
Cuando Abraham recibió la orden de sacrificar a su único hijo, se levantó muy de mañana e hizo como Dios le había dicho, obedeciendo sin vacilación. Abraham actuó así porque creía absolutamente que Dios le daría bendiciones por obedecer su voluntad. Por eso, tomó leña para el holocausto y puso a su hijo Isaac sobre ella; y cuando estaba a punto de degollar a su hijo para el holocausto en el monte Moriah, Dios le dio voces: "Abraham, Abraham, por cuanto no me rehusaste tu único hijo Isaac, ¿qué te puedo rehusar yo?"
Dios bendijo a Abraham en recompensa a su obediencia. Puesto que Abraham tuvo esta gran fe que le permitió entregar todo a Dios, Dios lo llamó el "padre de la fe", y lo bendijo en todo lo que hizo.
Abraham fue enormemente bendecido como resultado de su obediencia. Cuando Dios lo llamó y le dijo que dejara su hogar, no pensó en sus propias circunstancias, sino que fue, aun sin saber a dónde se dirigía. Él no dudó en ningún momento al ser llamado por Dios. Ya que fue Dios quien le habló, Abraham simplemente obedeció; su única razón era que Dios lo había llamado.
Los santos de Dios deben tener la misma clase de fe que la de Abraham. La bendición de Dios se va cuando dudamos en hacer su voluntad.
Saúl y la fe que vacila
Es mejor para nosotros obedecer aunque nos falten habilidades, que desobedecer haciendo bien las cosas. El lucero de la mañana intentó tomar el trono de Dios en el cielo porque estaba lleno de sabiduría y acabado de hermosura, ¿no es así? El que hace las cosas a su propia manera, no puede obtener resultados agradables para Dios, aunque consiga un buen resultado para lo que hace.
La gente podría pensar que Dios se complacerá si consiguen muchas cosas y las ofrecen a Dios, aunque lo desobedezcan. Es el caso de Saúl. No obstante, la Biblia dice que Dios se complace más con la obediencia que con mil carneros.
1 S. 15:17-23 『Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, […] Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.』
Saúl era pequeño en sus propios ojos y obedecía a Dios cuando llegó a ser rey. Pero después de tomar el poder, se ensoberbeció y hasta ignoró la palabra de Dios; cuando Dios le dijo que exterminara completamente a la tribu de Amalec, incluyendo a su ganado, Saúl pensó dentro de sí que no tenía sentido destruir las cosas útiles, y reservó lo mejor de los animales, matando solo a los defectuosos.
Como Saúl no había obedecido la palabra de Dios completamente, puso excusas para su desobediencia, dejando caer la culpa sobre el pueblo y diciendo que perdonó a lo mejor de los animales para sacrificarlo a Dios. Él tenía la fe que vacila, e intentaba alinear la voluntad de Dios a su propia voluntad. Abraham pudo haber puesto más excusas que Saúl; pudo tratar constantemente de persuadir a Dios, diciendo que su hijo estaba inmundo o que tenía un resfriado, y que no era idóneo para un holocausto en ese momento. Sin embargo, Abraham mostró su fe a través de la obediencia, entregándolo todo a Dios.
Finalmente, el Espíritu de Dios dejó a Saúl. Después de perderlo todo como resultado de su desobediencia, Saúl rogó ser perdonado, pero era demasiado tarde. Dios no quería un rey tan desobediente, aunque tenía mucho talento y grandes habilidades para gobernar un país. Desde el momento en que una persona comienza a desobedecer, ya no necesita más a Dios. Es por esta razón que Dios lo dejó.
Los niños siempre necesitan a sus madres. De igual manera, nuestros espíritus siempre deben anhelar a Dios y necesitarlo, entregándole todo a él. Por eso la Biblia dice: "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios".
Todo lo que se escribió en el pasado, para nuestra enseñanza se escribió. Al repasar la historia de la fe, debemos renovar nuestros corazones y mentes para tener una fe verdadera. Mis amados hermanos y hermanas de Sion, obedezcamos la santa voluntad de Dios con la fe que se entrega y no con la fe que vacila, para que podamos retener hasta el final la corona de la vida dada por Dios.