Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
La salvación es dada a los que celebran las fiestas solemnes
La Biblia compara el reino de los cielos con un precioso tesoro escondido en un campo (Mt. 13:44-46). Jesús dijo que cuando un hombre lo halló, lo escondió de nuevo, y gozoso por ello fue y vendió todo lo que tenía, y compró aquel campo. Mediante estas palabras podemos entender qué grande y preciosa es nuestra salvación.
Como pueblo de Sion, debemos considerar todas las fiestas del nuevo pacto de Dios como tesoros, y celebrarlas. Ahora, confirmemos a través de la Biblia que solo los que celebran las fiestas de Dios reciben la gloria celestial con la que pueden visitar libremente las galaxias en el infinito universo, el reino eterno.
La visita temporal y la visita eterna al universo
La mayoría de las personas del mundo tienen el anhelo de viajar al espacio exterior. Los que han visitado el espacio coinciden en decir que no pueden negar la existencia de Dios el Creador, porque los cielos estrellados en el universo eran muy hermosos.
Hace poco escuché que una agencia de viajes de los Estados Unidos recibió solicitudes para viajes al espacio. Rodear la Luna una vez y volver a la Tierra les costaría más de un millón de dólares; pero aunque la cantidad de dinero requerida era cuantiosa, se presentaron muchos solicitantes que deseaban disfrutar del éxtasis de ver una vez el universo.
Pero aunque ganaran boletos para el universo en una feroz competencia, podrían visitar solo la estación espacial y la Luna, o volar alrededor de ella, con la preocupación de los accidentes que podrían sufrir. La distancia que recorrerían en el universo sería solamente como el espacio que hay entre un punto y otro muy cercano. Para visitar esos lugares, tendrían que gastar una astronómica cantidad de dinero.
Estas noticias nos hacen reconsiderar si hemos entendido completamente el valor de la salvación, si hemos sido insensibles al valor de la bendición dada por ser muy grande. Si un simple viaje al espacio es tan valioso que demanda una enorme suma de dinero, ¡cuánto más valioso será el eterno viaje al universo! No podemos imaginar qué alto es su valor.
Dios nos ha prometido que viajaremos por el ancho universo por siempre y para siempre. Dios nos ha dado gratuitamente su gracia, haciéndonos lo suficientemente justos para entrar en el reino de los cielos solo por creer en él y guardar sus leyes. ¡Qué valioso es el reino de los cielos!
¿Qué haría usted si alguien le prometiera darle un millón de dólares? Se esforzaría al máximo para ganar ese dinero; haría todo lo que esa persona le pidiera, ¿no es cierto? Sin embargo, su valor no puede compararse con el valor de la salvación que Dios da. No debemos perder una bendición tan grande por no poder soportar las dificultades temporales, como Esaú. Por el contrario, tenemos que conocer el valor de la salvación y dar gracias siempre, para entrar con seguridad en el reino de Dios.
La relación entre el pueblo de Dios, su templo y las fiestas solemnes
La Biblia nos dice que celebrar las fiestas de Dios es un requisito indispensable para entrar en el reino de los cielos, y que los que celebran las fiestas reciben grandes bendiciones; como está escrito:
1 Co. 3:16-17 『¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.』
La Biblia nos describe como el templo de Dios. Esto implica que el templo es el lugar donde existe el pacto de Dios. El templo es un lugar donde ofrecemos sacrificios a Dios de acuerdo a las palabras del pacto que Dios ha dado: ofrendas encendidas en el día de reposo y ofrendas para las fiestas solemnes.
Por eso tenemos que llegar a ser el templo de Dios donde se celebran las fiestas solemnes, a fin de obtener la salvación y alcanzar el reino de los cielos. En los tiempos del Antiguo Testamento, se ofrecía la sangre del sacrificio de animales en el templo, y en el Nuevo Testamento, esta ordenanza cambió a un sacrificio espiritual: el culto en espíritu y en verdad. Ahora, cada uno de nosotros es el templo de Dios, y no la visible edificación en sí. Cada santo, que es el templo de Dios, ha de adorar cada semana en el día de reposo y también en las siete fiestas anuales de tres tiempos.
Si en las fiestas solemnes de Dios no se ofreciera el culto en el templo, este no necesitaría existir más. Hay muchas iglesias en todo el mundo que dicen creer en Dios y afirman que entrarán en el reino de los cielos. Sin embargo, su fe es inservible si no guardan las fiestas de Dios, aunque lleven su fe con diligencia a través de su propio culto. Si guardan el domingo y la Navidad, que se originaron con el culto del sol, vienen a ser el templo del sol, y no el de Dios.
Mediante la historia del Antiguo Testamento, podemos ver que Dios se enfureció cuando vio su templo lleno de ídolos y cosas abominables. Si no hay pacto ni celebración de las fiestas de Dios y del día de reposo en el templo (que es cada cristiano), este es devastado y profanado. Dios dijo que destruiría el templo, esto es, a la persona; ¿podrá entonces salvarse tal persona? En absoluto. La Biblia nos muestra claramente el resultado final de las falsas iglesias que no celebran las fiestas de Dios.
Dios reúne a los que celebran sus fiestas solemnes
¿Cuál será, pues, el resultado final del pueblo de Dios que ofrece el santo culto a Dios mediante las fiestas? Veamos en Sofonías 3.
Sof. 3:14-20 『Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. […] Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. Reuniré a los fastidiados por causa del largo tiempo [“Reuniré a los que se afligen por las fiestas señaladas”, La Biblia de las Américas]; tuyos fueron, para quienes el oprobio de ella era una carga. He aquí, en aquel tiempo yo apremiaré a todos tus opresores; y salvaré a la que cojea, y recogeré la descarriada; y os pondré por alabanza y por renombre en toda la tierra. En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová.』
Dios dice que reunirá a los que celebran las fiestas señaladas, y que los pondrá por alabanza y por renombre en toda la tierra.
Dios consuela con su amor y salva a los que se afligen por las fiestas solemnes y se esfuerzan al máximo por celebrarlas. Debemos sentirnos orgullosos de guardar las fiestas de Dios con fe y trabajar por el evangelio con más dedicación. A pesar de la frecuencia con que dejamos de sentir la gracia de Dios por ser muy grande, Dios, quien nunca miente, nos dará a los que somos su pueblo y celebramos las fiestas, todas las bendiciones que nos ha prometido.
Sof. 2:1-3 『Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros. Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová.』
La Biblia dice que todos los humildes de la tierra, que obedecen los mandamientos de Dios, serán guardados en el día de su enojo. La promesa de Dios de rescatar de los desastres a su pueblo, se cumple a través de sus fiestas.
La promesa de la salvación contenida en las fiestas
Ya que somos el pueblo de Dios, debemos guardar todas sus fiestas, como su templo. La Biblia testifica claramente que sin fiestas no hay salvación.
Zac. 14:16-19 『Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que Jehová herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Esta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos.』
La fiesta de los tabernáculos es una de las siete fiestas solemnes de Dios divididas en tres tiempos; es la séptima y última fiesta. La Biblia dice que los que no celebran la fiesta de los tabernáculos, sufrirán plagas. Entonces no podemos salvarnos ni entrar en el reino de los cielos sin celebrar las fiestas, ¿no es cierto?
Dios nos ha prometido el perdón de los pecados y la vida eterna a través de la fiesta de la pascua, en la que las plagas pasan por encima.
Jn. 6:53-54 『Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.』
Mt. 26:17-19, 26-28 『Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. […] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.』
Jesús dijo que el que come su carne y bebe su sangre, tendrá vida eterna. Él llamó al pan de la pascua su cuerpo, y al vino de la pascua su sangre. Nosotros comemos la carne de Jesús y bebemos su sangre mediante la fiesta de la pascua.
Reuniendo los versículos anteriores, llegamos a entender que únicamente el que celebra la pascua, puede tener parte en la vida eterna comiendo la carne de Jesús y bebiendo su sangre; pero el que no la guarda, no tiene vida en sí. En otras palabras, no hay salvación ni vida eterna para los que no celebran las fiestas.
La salvación es para el pueblo de Sion que celebra las fiestas
Dios ha establecido Sion, la ciudad de las fiestas solemnes, y nos ha llevado a ella. Tenemos que ofrecer a nuestro Padre y a nuestra Madre del cielo, el sacrificio del gozo, la gratitud y la alabanza día a día.
Is. 33:20-24 『Mira a Sion, ciudad de nuestras fiestas solemnes; tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será rota. Porque ciertamente allí será Jehová para con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por el cual no andará galera de remos, ni por él pasará gran nave. Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará. […] No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad.』
Dios perdona la iniquidad de los que moran en Sion, en donde celebran las fiestas solemnes, y los salva. La salvación es dada solo a los que guardan las fiestas solemnes. Por eso Dios dice que juntará a los afligidos por las fiestas señaladas y que los pondrá por alabanza y por renombre entre todos los pueblos de la tierra. Y también dice que los que celebran las fiestas escaparán de los desastres, pero que los que no las guardan, sufrirán las plagas.
Dios dice que la salvación viene de Sion, la ciudad de las fiestas solemnes. Pero el diablo engaña a la gente diciendo que no tienen que guardar las fiestas, o que si las guardan no podrán ser salvos. No debemos dejarnos engañar por semejante absurdo. Todo lo enseñado contra la voluntad de Dios no es otra cosa que una mentira engañosa del diablo. Dios nos dice que nos guardemos de los falsos profetas, diciendo que por sus frutos los conoceremos (Mt. 7:15-20). Por sus obras contra la palabra de Dios, debemos reconocer su identidad.
Confirmemos que los que guardan las fiestas pueden escapar de todos los desastres y ser salvos en el tiempo establecido por Dios.
Ap. 14:1-4 『Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. […] Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero;』
En Sion, la ciudad de las fiestas solemnes, están los 144 mil redimidos de entre los de la tierra. En su visión, el apóstol Juan vio a Dios con su pueblo en el lugar de las fiestas solemnes, regocijándose por la alegría de la liberación. La salvación no puede salir de un lugar donde no hay fiestas de Dios. Muchos creen, en su desconocimiento de la Biblia, que pueden ser bendecidos y salvos en donde no hay fiestas solemnes. Sin embargo, en esos lugares no existe promesa del cielo; lo único que les espera es la maldición, el castigo del infierno. Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad solamente en Sion, el lugar de las fiestas solemnes, comprendiendo plenamente el valor de la salvación que Dios nos ha concedido.
Dentro de poco, los que celebran las fiestas de Dios participarán en la gloriosa salvación, viajando libremente por el universo. Prediquemos estas nuevas de salvación a todos los hombres del mundo, para que ellos también puedan ir a ese espacioso y hermoso lugar junto con nosotros. Demos a conocer a aquellos que desean viajar a la Luna gastando más de un millón de dólares, que hay un boleto gratis no solo hasta la Luna, sino hasta otros planetas como Venus y Marte, y hasta las constelaciones.
Estamos seguros de nuestra salvación porque moramos en la Sion espiritual, la ciudad de las fiestas solemnes de Dios. Demos gracias y gloria a Dios por darnos las fiestas y la promesa de la eterna gloria, y obedezcamos su voluntad con alegría.