Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Una vida que persigue cosas sin valor
La Biblia describe nuestros días en la tierra como "el rocío de la mañana", que rápidamente desaparece. Como dice la palabra de Dios, nuestros días pasan muy rápido.
Necesitamos saber lo vacía que es la vida humana y el poco valor que tiene, y qué rápido se desvanece. Como pueblo de Sion, debemos dedicar todo nuestro tiempo a lo verdadero y esperanzador, esto es, lo que Dios nos confía. A diferencia de las personas que dedican su vida entera a perseguir cosas sin valor, nosotros vivimos nuestra vida para el eterno reino de los cielos. Ahora, tomemos un tiempo para renovar nuestra esperanza en el cielo a través de las palabras de la Biblia.
No te jactes del día de mañana
Un pescador encontró la lámpara mágica de Aladino en la playa. Cuando frotó la lámpara, un genio gigante salió y le dijo que le concedería un deseo. El pescador le pidió que le trajera un diario del próximo año. Después de recibir el diario, empezó a ver los precios de las acciones para averiguar qué acciones comprar para ganar mucho dinero y volverse millonario. Estaba hojeando el diario, sintiéndose muy feliz. Sin embargo, pronto quedó impresionado al encontrar su nombre en la sección de defunciones.
Planeando su futuro para el próximo año, quería invertir en las acciones y hacer mucho dinero. Pero empalideció con la sorpresa de ver su nombre entre los difuntos. La vida es así.
Igual que el pescador de esta historia, existen muchas personas alrededor de nosotros que fallecen inesperadamente. Recientemente oímos en las noticias que un comediante coreano, que no tenía ni 50 años de edad, falleció repentinamente después de terminar sus ejercicios. Hace tan solo unos días respiraba el mismo aire que nosotros, lleno de grandes expectativas acerca de su futuro en los Estados Unidos. Sin embargo, la muerte se le adelantó inesperadamente. Esto le podría pasar a cualquiera. Las personas hacen muchos planes mundanos, sin ser conscientes de la aproximación de su muerte.
Pr. 27:1 『No te jactes del día de mañana; porque no sabes que dará de sí el día.』
Los hombres no saben qué les sucederá de aquí a una hora. Pueden vivir una vida larga o sufrir una muerte inesperada. Algunos mueren en intervenciones quirúrgicas, otros durante sus ejercicios, y otros en accidentes automovilísticos.
Algunas veces muchos mueren en desastres de la naturaleza imprevistos o provocados por el hombre. Hace poco, ocurrió un deslizamiento de tierra en un país, y todos los habitantes del pueblo fueron sepultados vivos mientras dormían. Cosas como estas ocurren frecuentemente; por eso Dios nos dice que no nos jactemos del día de mañana.
Lc. 12:16-21 『También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?』
El rico insensato pensaba que tenía muchos años para incrementar sus riquezas y vivir cómodamente. Estaba lleno de sueños para el futuro, haciendo grandes planes para comer toda clase de comida deliciosa y edificar una casa fina. Sin embargo, aquella misma noche murió. ¡Qué necio y lamentable! La muerte es un sueño y un descanso para los que se sujetan a Dios, pero para los que no, significa destrucción y castigo eterno. La vida humana no es más que un tránsito; por eso, a través de la parábola que Jesús nos contó, arrepintámonos sin demora y preparemos el retorno al reino de los cielos. "No te jactes del día de mañana." A través de estas palabras, podemos darnos cuenta de cuál es la voluntad de Dios para nosotros. Él quiere que nos preparemos constantemente para la vida eterna.
Preparémonos para el reino de los cielos
Mt. 4:17 『Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.』
La vida es incierta. Nadie sabe lo que puede suceder mañana. Dios se compadeció de estos pobres hombres y vino a esta tierra en carne para salvarnos. Él nos pidió con insistencia que nos arrepintamos, diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado", y nos enseñó que debemos tener la vida eterna para regresar al cielo.
Jn. 6:27-58 『Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. […] Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. […] Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.』
Jesús vino a esta tierra para darnos la comida que nos da la vida eterna, diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Él mismo es el pan de vida y prometió la vida eterna a los hombres mortales a través de su carne y su sangre.
Podemos descubrir lo que representa la carne y la sangre de Jesús, por medio de la verdad de la pascua.
Mt. 26:17-19, 26-28 『Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. […] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.』
Lc. 22:7-20 『Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! […] Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.』
Los discípulos prepararon la pascua como Jesús les había dicho, y Jesús les dijo que había deseado ansiosamente comer la pascua. Esto nos muestra claramente que la pascua es una verdad esencial de nuestra fe.
Él nos dijo que el pan de la pascua es su cuerpo y que el vino es su sangre del pacto. Este es el nuevo pacto establecido por Dios. Él manifestó que la pascua es el nuevo pacto, y prometió dar la vida eterna a los que coman el pan y beban el vino de la pascua, que representan el cuerpo y la sangre de Jesús.
A través del nuevo pacto, podemos recibir la promesa de la herencia eterna en el cielo (He. 9:15-17). Los que tengan la vida eterna podrán ir al cielo, pero los que no la reciban, irán al infierno. La pascua del nuevo pacto nos proporciona un criterio para discernir entre el lugar a donde tenemos que ir y el lugar en donde no debemos entrar.
Una vida que termina en la muerte, y una vida que continúa hasta la eternidad
¿Cómo es el reino de los cielos que Dios ha preparado para nosotros? Apocalipsis capítulo 21 nos describe un cuadro glorioso del cielo.
Ap. 21:1-27 『Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; […] Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. […] La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. […] No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.』
No hay muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor en el reino de Dios; solo hay gozo eterno y felicidad. Si dedicamos toda nuestra vida a Dios, si le tememos y guardamos sus mandamientos, disfrutaremos los placeres del cielo que Dios ha preparado, por siempre y para siempre.
A través de la siguiente historia, reflexionemos sobre la hermosa y digna vida que Dios ha dado a los hijos de Sion.
Alejandro Magno, el conquistador del mundo, tuvo a Aristóteles como su maestro y en su infancia aprendió de él la filosofía, la ética y la política. Un día, Aristóteles preguntó al príncipe Alejandro, qué le gustaría hacer cuando fuera rey.
"En primer lugar, conquistaría Asia Menor", respondió Alejandro.
El maestro le preguntó nuevamente,
"¿Qué harías después de conquistar Asia Menor?"
"Conquistaría Palestina y Egipto."
"¿Qué harías después de conquistar estas naciones?"
"Conquistaría Persia y la India."
El príncipe respondió rápidamente. Aristóteles le preguntó una vez más.
"¿Qué harías después de conquistar Persia y la India?"
Alejandro respondió:
"Para ese entonces, probablemente esté muerto."
La respuesta final del gran héroe que tuvo más poder y riquezas que cualquiera, fue: "Yo también moriré". Todas las personas darán la misma respuesta. "¿Qué harás después de esto?" Para esta pregunta, solo hay una respuesta para ellos: la muerte. ¿Y nosotros? ¿Cómo responderemos a las siguientes preguntas?
"En primer lugar, ¿qué le gustaría hacer como obrero del evangelio, renacido como hijo de Dios?"
"Deseo conquistar Asia Menor a través del evangelio."
"¿Qué va a hacer después de eso?
"Conquistaré Palestina, Egipto, Persia y la India a través del evangelio."
"¿Después de eso?"
"Quiero evangelizar el mundo entero."
"¿Y después?"
"Para ese entonces ya estaré en el cielo."
Alejandro soñaba con conquistar el mundo con su espada. Pero nosotros estamos soñando y trabajando para salvar al mundo entero a través del evangelio. El mundo respeta mucho a personas como Alejandro. Pero compare su respuesta final con la nuestra. Él concluyó diciendo que moriría al final. Pero nosotros concluimos en que "el eterno reino de los cielos nos está esperando". Hay una enorme diferencia entre su final y el nuestro, ¿no es así?
Aunque algunos tienen gran poder y riquezas envidiadas por los demás, su esplendor no dura para siempre. Para la gente del mundo, la muerte significa el término de la vida. Sin embargo, no hay fin para nosotros. Si evangelizamos el mundo entero, el eterno y hermoso reino de los cielos nos espera. Nada les espera a ellos excepto la muerte. Pero para nosotros Dios ha preparado el reino celestial, el cual poseeremos por siempre y para siempre. Por eso debemos estar llenos de gozo y dar eternas gracias a Dios por habernos llamado a la verdad.
El camino de la verdad que los seres humanos deben seguir
El libro de Eclesiastés, escrito por Salomón, describe bien el vacío de la vida humana que termina en la muerte.
Ec. 1:1-10 『Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? […] Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.』
Salomón había experimentado todo lo que un hombre puede desear: riquezas, poder, honor, fama, placeres sensuales. Sin embargo, escribiendo el libro de Eclesiastés al final de su vida, declaró que todo es vacío y vanidad. Fue lo mismo con Alejandro Magno. Después de acceder al trono, salió en su expedición asiática y construyó el enorme imperio con el que había soñado. Pero mientras realizaba su viaje de retorno, contrajo una fiebre y murió a la edad de 33 años. Mató a muchas personas y arrebató muchas cosas, y así pudo cumplir su preciado sueño. ¿Pero en qué le benefició?
Luchó en muchas batallas sangrientas en las que pudo haber muerto por las lanzas o espadas de sus enemigos en cualquier momento. Finalmente, una enfermedad lo mató siendo muy joven. Considerando su vida entera, todo es vacío sin sentido ni utilidad.
Nada de lo que Dios ha creado es inútil. Sin embargo, los hombres no comprenden la voluntad de Dios y escogen una vida dedicada a metas inútiles, y encaran la muerte al final. En la última parte del libro de Eclesiastés, Salomón nos revela el secreto para llevar una vida justa, y no una vida sin valor.
Ec. 12:7-14 『y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad. […] El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.』
Lo más bendito y digno en la vida es temer a Dios y guardar sus mandamientos. El libro de Eclesiastés empieza con las palabras: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad", y concluye con las palabras: "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre".
Los hombres deben tener a Dios de su parte. La felicidad la podemos encontrar en una relación con Dios. Aparte de Dios, todo es inútil. Dinero, materiales y cualquier otra cosa del mundo no le puede brindar a una persona la verdadera felicidad. Las personas del mundo solo se aferran a las cosas sin sentido e inútiles, siendo llevados a la esclavitud durante toda su vida. Y finalmente encuentran un trágico final: la muerte.
¿Qué sucede con los que moran en Sion y temen a Dios, guardando diligentemente todos sus mandamientos y enseñanzas? Su vida no es en vano. A través del nuevo pacto recibimos la gracia de regresar al eterno reino celestial. Por eso, tenemos esperanza en el futuro y nuestra labor no es en vano. Ciertamente llevamos una vida verdadera y valiosa.
Trabajo valioso para el reino de los cielos
Realmente somos bendecidos por haber encontrado a Dios. Por gracia, hemos entendido el glorioso camino que Dios ha preparado para nosotros, y hemos entrado en él. Pero muchas personas del mundo han escogido un camino sin valor ni beneficio.
La Madre se compadece de ellos y envía a todas las personas una invitación para que "vengan", entonces ellos pueden escoger un camino significativo hacia el perdón de pecados y el eterno reino de los cielos, y no un camino de vida sin valor. Muchos profetas van a las naciones del mundo y les entregan la invitación de la Madre diligentemente. Dios abre los ojos, oídos y mentes de muchas personas alrededor del mundo. Las personas de todas las naciones vendrán en multitudes a los brazos de la Madre Jerusalén.
Nuestro Padre y nuestra Madre celestiales nos han permitido una vida maravillosa. Mientras que las personas del mundo escogen el camino de una vida sin valor, nosotros hemos escogido una vida verdaderamente hermosa y valiosa. Estamos obligados a llevar estas buenas noticias a todas las personas del mundo, para que todos nosotros podamos avanzar juntos hacia el eterno reino de los cielos. En obediencia a la palabra de Dios: "Salven al mundo", debemos dedicar nuestro corazón y nuestra vida a la obra significativa y valiosa.