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Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

El tiempo de la decisión


Existen momentos en que necesitamos tomar decisiones en nuestra vida diaria y también en nuestra fe. ¿Qué sucedería si dudáramos y nos tardáramos en tomar una decisión? Si no decidimos algo sino que solo lo pensamos, siempre seguiremos igual, incapaces de avanzar; seremos controlados por nuestras circunstancias y nos extraviaremos.

Turguénev, uno de los más grandes escritores rusos, dividió a la humanidad en dos tipos básicos: Hamlet y Don Quijote. Hamlet representa a una persona meditativa e indecisa cuyo poder de acción se paraliza por sí mismo con dudas y reflexiones, mientras Don Quijote representa a una persona decidida y activa que pone en práctica sus pensamientos sin dudar.

¿Qué tipo de persona somos ahora ante Dios? Cuando recibimos el tiempo para tomar una decisión con respecto a algo, si es la voluntad de Dios hacerlo y es una cosa buena y justa que tenemos que hacer, no necesitamos dudar. La Biblia tiene muchos registros de los antepasados de la fe que recibieron bendiciones de Dios tomando el camino justo cuando se les dio el tiempo para tomar una decisión.


La decisión de los apóstoles que siguieron el llamado de Cristo

Hace dos mil años, Jesús llamó a sus discípulos mientras caminaba junto al mar de Galilea. En ese momento, Pedro, Andrés, Santiago y Juan estaban muy ocupados pescando.

Mt. 4:18-22 『Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.』

"Os haré pescadores de hombres." Cuando Jesús dijo estas palabras, los discípulos incluyendo Pedro tomaron la decisión sin dudar. Hasta ese momento habían vivido en un pueblo junto al mar de Galilea. Este era un lugar cómodo para vivir, donde vivían sus padres y también estaban sus redes y los botes con los que eran muy hábiles. Sin embargo, dejando atrás estas cosas, respondieron al llamado de Jesús y lo siguieron.

Si Pedro hubiera dudado con un cariño persistente a sus redes de pescar y a su bote y por el ambiente que lo rodeaba cuando Jesús le dijo que lo siguiera, el tiempo de la decisión que había recibido habría pasado y habría terminado su vida como un simple pescador. En ese momento, sin embargo, Pedro dejó todas sus redes y siguió a Jesús; él realmente era una persona decidida. Ya que tuvo un tiempo de decisión para Dios, pudo convertirse en un gran apóstol que dio un ejemplo de fe firme a todas las personas del mundo.

El apóstol Pablo tomó la delantera persiguiendo al pueblo de Dios cuando no conocía la verdad. Desde el punto de vista del judaísmo, los creyentes de la iglesia primitiva de la Iglesia de Dios, parecían anormales y herejes. Por eso, hasta Pablo tomó la delantera apedreando a Esteban hasta matarlo. Sin embargo, en su camino a Damasco, escuchó la voz de Dios y tuvo un tiempo de decisión.

"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues."

Pablo solía pensar que trabajaba para Dios, pero se enteró de que Jesús, a quien él había estado persiguiendo hasta ese momento, era verdaderamente Dios mismo a quien había estado sirviendo. Conmovido por este hecho, Pablo tuvo tiempo para tomar la decisión de convertirse a la Iglesia de Dios corrigiendo sus pensamientos y conductas erróneas. Tan pronto como tomó la decisión, se convirtió en obrero del nuevo pacto para predicar a Jesucristo y sus enseñanzas a muchas personas, y hasta el último momento de su vida en la tierra se dedicó exclusivamente a la misión del evangelio que Dios le había encomendado (Hch. 7:58, 8:3, 9:1-31).


La decisión de Rut: "A dondequiera que tú fueres, iré yo"

La Biblia también registra la historia de la mujer moabita llamada Rut que siguió a su suegra israelita Noemí hasta el último día de su vida. Cuando hubo sequía en Israel, Noemí y su familia se mudaron a Moab para escapar de la sequía. Después de perder a su esposo y a sus dos hijos, ella decidió volver a su tierra natal.

Entonces Orfa, una de las nueras de Noemí, dejó a su suegra y tomó su propio camino, pero Rut tomó la firme decisión de permanecer con Noemí por el resto de su vida.

Rt. 1:15-17 『Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella. Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos.』

En esa situación, otra mujer habría considerado a su suegra como una carga y la habría abandonado. Sin embargo, Rut decidió permanecer con su suegra. Cuando se le dio el momento de la decisión, escogió el camino correcto de acompañar a su suegra y siguió a Dios.

Rut siguió a Noemí a su pueblo, Belén, y empezó a ganarse la vida allá. En los tiempos del Antiguo Testamento, había una costumbre de los campesinos de dejar algo de grano en sus campos para los pobres después de la cosecha. Por eso Rut fue a los campos para recoger el grano que habían dejado caer los segadores, como un medio para mantener a su suegra. Entonces Booz oyó su deber filial hacia su suegra y le mostró su bondad.

Rt. 2:8-12 『Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas. Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera? Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.』

El favor que Booz mostró a Rut fue finalmente la bendición que Dios le dio.
Dios permitió que David naciera entre los descendientes de Rut, y así ella se convirtió en uno de los antepasados de David. Es inusual que el nombre de una mujer se encuentre en la genealogía judía, que es usualmente por línea paterna.

Sin embargo, Rut es específicamente mencionada en la genealogía. Como mujer, recibió esa inmensa bendición. Esto es evidencia de que ella tomó la decisión que fue verdaderamente hermosa, buena y justa ante los ojos de Dios.


La decisión de Daniel y sus tres amigos que siguieron la voluntad de Dios en el punto decisivo entre la vida y la muerte

En los tiempos del profeta Daniel, el rey Nabucodonosor dio una orden estricta a Sadrac, Mesac y Abed-nego: "Deben adorar la imagen de oro que he hecho. Si no la adoraren, serán echados en medio de un horno de fuego ardiendo". Este era el momento de tomar una decisión: si adoraban al ídolo según la orden del rey, desobedecerían el mandamiento de Dios; y si no lo adoraban, serían lanzados a un horno de fuego ardiendo. Los tres decidieron escoger el cielo en lugar de ganar el favor transitorio del rey para una vida cómoda en esta tierra (Dn. 3:1-13).

Dn. 3:14-18 『Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abednego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.』

No importaba cuánto se esforzara el rey Nabucodonosor por persuadir a Sadrac, Mesac y Abed-nego de adorar la imagen de oro, pues ellos valientemente le dijeron al rey que habían decidido seguir la voluntad de Dios. Furioso, el rey ordenó a sus soldados que los arrojaran al horno calentado siete veces más de lo usual. No obstante, no sufrieron ningún daño en el horno de fuego porque Dios los protegió del fuego. Entonces el rey se espantó y los llamó, y vio que el fuego no había dañado sus cuerpos, ni aún el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían. A través de este incidente, el rey Nabucodonosor comprendió profundamente el poder de Dios a quien Sadrac, Mesac y Abed-nego servían, y les prometió incluso engrandecer sus posiciones (Dn. 3:19-30).

Para Daniel también hubo un tiempo de decisión. Durante el tiempo del rey Darío, los oficiales del rey trataron de encontrar falsos testimonios contra Daniel e instigaron al rey para que promulgara un edicto real que cualquiera que en el espacio de treinta días demandara petición de cualquier dios u hombre fuera de él, fuera echado en el foso de los leones. Incluso después de enterarse de que ese decreto había sido publicado, Daniel oraba a Dios con su rostro hacia Jerusalén como acostumbraba. Él fue firme en su decisión de no perder su precioso tiempo de orar a Dios cediendo ante las circunstancias de su alrededor.

Como resultado, aunque fue arrojado en el foso de los leones, no lo dañaron.
Incluso en el foso de los leones, Daniel no tuvo temor, sino que mantuvo sus ojos fijos en Dios, estando tranquilo y calmado. Ya que él vivía mirando solo a Dios en todo momento y en cualquier situación peligrosa, estuvo de pie al lado de Dios sin dudar en su tiempo de decisión, y en consecuencia fue protegido por Dios, mientras que todos los que lo calumniaron fueron devorados por los leones (Dn. 6:1-28).


La decisión de los antepasados que obedecieron la palabra de Dios inmediatamente

Al igual que nuestros antepasados de la fe antes mencionados, necesitamos tomar una decisión. Si dudamos cuando se nos da el tiempo para decidir algo, llegamos a desperdiciar más tiempo y nuestro corazón se angustia aún más. Si tenemos más tiempo, podemos meditarlo, pero si esta es definitivamente la palabra y la voluntad de Dios, debemos ponerlo en práctica inmediatamente, sin dudar, a fin de obtener resultados llenos de gracia.

He. 11:6-11, 17 『Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. […] Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,』

Cuando Dios ordenó a Noé que preparara un arca, no dudó sino que tomó una firme decisión. La Biblia dice que Noé hizo todo lo que Dios le dijo. Como resultado de su obediencia inmediata a la palabra de Dios, él y toda su familia fueron salvos. Abraham también obedeció el llamado de Dios y fue sin dudar, aunque no sabía a dónde estaba yendo. Después, cada vez que necesitaba tomar una decisión, siempre mantenía su corazón hacia Dios.

Dios también nos pide que tomemos una decisión. Él nos ordena que salvemos todas las almas y que los llevemos al cielo, diciendo: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt. 28:18-20).

Debemos hacer una práctica de obedecer inmediatamente todo lo que Dios nos dice. Este es el deber del pueblo de Dios que tiene fe. Los que dudan y se retrasan no pueden avanzar. Tales personas siempre permanecen iguales, como muñecas de globo que se balancean en el viento. Mientras dudan, no pueden convertirse en discípulos de Jesús como Pedro; no pueden hacer la obra de expandir la gloria de Dios al mundo como Sadrac, Mesac y Abed-nego, y no pueden salvar muchas almas como predicadores del evangelio como el apóstol Pablo.

Todavía hay muchas personas a nuestro alrededor que no han entrado en el camino de salvación sin conocer la verdad. Tengamos un momento para tomar la decisión de predicarles el nuevo pacto no solo a ellos sino a todas las naciones, a fin de que la gloria de Dios sea predicada en Samaria y hasta lo último de la tierra.


El tiempo de la decisión para la salvación del mundo

Hay una lago grande y profundo llamado Cheonji (que significa "lago celestial" en coreano) en la cima del monte Baekdu. Una región alrededor del lago da lugar a dos ríos. Se dice que cuando ocurre una fuerte lluvia en esa región, si el riachuelo cae a la izquierda al menos un poco, este cae al río Amnok, y si cae a la derecha solo un poco, este corre al río Duman. En otras palabras, según el lado por el que el riachuelo escoja fluir, se separa en dos y las aguas separadas corren en diferentes ríos y finalmente llegan a destinos opuestos: el Mar Occidental y el Mar Oriental.

De la misma manera, según la clase de elección que hagamos, podemos vivir vidas diferentes, la vida para el eterno reino de Dios y la vida para este mundo pecador, y como resultado llegaremos a un destino completamente diferente, el cielo o el infierno. Todos quieren ir al cielo. Sin embargo, ya que Satanás el diablo trata de obstaculizarnos poniendo toda clase de tentaciones y obstáculos en nuestro camino, no es fácil ir por la dirección correcta. Por eso, necesitamos tener un tiempo para tomar una decisión.

A fin de ir al reino de los cielos, debemos dirigir nuestros pasos hacia el cielo. Sigamos solo la voluntad de Dios, poniendo todas las cosas a un lado. Si continuamos haciendo esto, nos encontraremos en el cielo en un instante. Cada vez que necesiten tomar una decisión, por favor pregúntense qué lado deben tomar y hagan la elección correcta según la voluntad de Dios, a fin de que corran hacia el reino de los cielos.

1 Co. 15:58 『Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.』

La obra del Señor se refiere a la obra del evangelio: la tarea de salvar almas destinadas a la muerte. Las cosas mundanas con frecuencia salen mal y todo lo que hemos trabajado desaparece durante la noche. Sin embargo, ningún esfuerzo hecho para la obra del evangelio es en vano.

Dios dice que él nos vomitará de su boca si somos tibios, es decir, ni fríos ni calientes (Ap. 3:15-16). Si asumimos una actitud tibia de la fe en lugar de tomar una actitud definida de Dios, nuestra fe no puede sino ser atrapada en una situación peligrosa. Cosechamos lo que sembramos. Sin embargo, si solo pensamos en plantar o no, o dónde sembrar, no podemos cosechar nada. Los que siembran la semilla del Espíritu Santo cosecharán el fruto del Espíritu, y los que siembran las semillas de sus deseos pecadores del mundo cosecharán frutos perecederos. Por eso Dios nos dice que sembremos la semilla del reino de los cielos.

No siempre recibimos el tiempo para tomar una decisión. Si Pedro no hubiera respondido el llamado de Dios inmediatamente, habría sido privado de su bendición por otra persona. Si Sadrac, Mesac y Abed-nego no hubieran mostrado su firme determinación de no adorar al ídolo en ese momento, su fe habría sido en vano. Ya que ellos tomaron una decisión y permanecieron al lado de Dios, pudieron expandir la santa gloria de Dios al mundo en obediencia a la voluntad de Dios.

Ya que Dios nos dijo que prediquemos en Samaria y hasta lo último de la tierra, ahora tengamos un tiempo para una nueva decisión. Un tiempo de decisión es también un tiempo para una bendición. El tiempo en que Pedro tomó una decisión firme y decisiva de seguir a Jesús, fue un momento de bendición para él.

Ahora hay muchas personas que están esperándonos. No debemos dudar de predicarles o no, porque nunca podremos encontrarlos de nuevo. Deseo fervientemente que cosechen buenos frutos predicando valientemente las palabras de vida y sembrando cosas llenas de gracia para el eterno reino de los cielos, como obreros del nuevo pacto que complacen a Dios.