Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Una vida con metas
Cuando miramos en nuestro pasado luego de terminar un día, o al finalizar un año, vemos que algunos viven piadosamente y otros no, aunque todos recibimos el mismo tiempo. La diferencia surge de si tenemos o no una meta.
Cuando nos trazamos una meta y nos esforzamos por cumplirla, producimos un resultado fructífero. Esta es la razón por la que los individuos y los grupos se trazan metas al comenzar un trabajo.
Lo mismo sucede en nuestra vida de la fe. Con la misma cantidad de tiempo, el que tiene una meta espiritual lleva una vida piadosa, anhelando las bendiciones y la gloria que disfrutará en el cielo; pero el que no tiene una meta espiritual no puede sino llevar una vida sin sentido, repitiendo la rutina diaria.
El hombre está destinado a morir (He. 9:27). Después de esto, enfrentaremos el castigo o la salvación en el mundo espiritual. Debemos mantener nuestras mentes fijas en el eterno mundo espiritual, establecer metas para nuestra fe y perseguirlas, no concentrándonos en las cosas terrenales que son insignificantes y vanas, de modo que podamos dejar huellas valiosas en nuestra vida, que es dada solo una vez.
Trácense una meta de la fe, anhelando las bendiciones del cielo
Aprendamos, a través de las enseñanzas de la Biblia, qué clase de mentalidad de fe debemos tener. En el libro de Colosenses, el apóstol Pablo nos pide buscar las cosas de arriba.
Col. 3:1-3 『Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.』
Con la frase "buscad las cosas de arriba", el apóstol Pablo quiere decir que debemos buscar las cosas espirituales del cielo y llevar una vida de fe, guardando la voluntad que Dios quiere que tengamos en el corazón. Aunque en el pasado solamente deseábamos las cosas terrenales, debemos poner la mira en la vida en el glorioso reino de los cielos, después de nacer de nuevo a través de Cristo. Pablo dijo que él mismo proseguía a la meta por fe.
Fil. 3:12-14 『No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.』
Vivir con una meta significa luchar constantemente por alcanzar lo que está delante. Para obtener resultados fructíferos mediante los talentos que Dios nos ha permitido, tenemos que tomar la firme decisión de llevar a cabo la voluntad de Dios estableciendo metas concretas, y no solo pensando: "A su debido tiempo será hecho".
Una meta que hace surgir pensamientos y acciones
Hace mucho tiempo, vivía un hombre rico en una aldea. Tenía un hijo en edad suficiente para casarse, por lo que decidió escoger a su futura nuera.
Para elegir a una nuera sabia que pudiera administrar la prosperidad que había conseguido con esfuerzo, puso un anuncio diciendo que la mujer soltera que pudiera vivir un mes con un kilo de arroz, sería su nuera.
Ya que era un hombre rico el que escogería a su futura nuera, muchas mujeres solteras, incluso de la aldea vecina, corrieron a la casa de aquel hombre.
No obstante, todas quedaron desconcertadas luego de recibir solo un kilo de arroz como alimento para un mes. Pasó un mes, y todas las solteras que participaron en la prueba se reunieron otra vez en casa del hombre rico. Algunas tenían un aspecto paupérrimo por haber comido tan poca cantidad de arroz al día, dividiendo el kilo de arroz en treinta partes. Algunas abandonaron la prueba porque al principio comieron hasta saciarse y después tuvieron que pasar hambre. Mientras casi todas las participantes aparecieron con el rostro demacrado, una de ellas mostró un rostro animado, llevando una carreta llena de arroz. El hombre rico le preguntó:
"Las demás son llevadas en las espaldas de sus familiares, exhaustas por el hambre. ¿Cómo es que tú estás tan bien?"
"Usted nos puso la prueba de vivir un mes con tan solo un kilo de arroz. Pero es imposible vivir en tales condiciones. Así que pensé que usted tenía la intención de hacer algo más. Por eso molí el arroz en un molino e hice pastels de arroz, los cuales vendí en un mercado. Con las ganancias compré más arroz, y nuevamente preparé pasteles de arroz para venderlos. Repitiendo este proceso, no me faltó la comida y pude comprar mucho más arroz del que usted me dio."
Cuando la mujer terminó de hablar, el hombre rico dijo con alegría:
"Tú eres digna de ser mi nuera."
Ante la meta de vivir un mes con un kilo de arroz, aquella soltera sabia pensó una y otra vez para conseguir esa meta. Entonces entendió cuál era la intención del hombre rico. Ya que estaba firmemente decidida a alcanzar la meta, fue capaz de encontrar la manera de llegar a ella.
Si perdemos el tiempo sin tener ninguna meta, no podemos obtener ningún resultado. Y también al predicar, cuando nos trazamos una meta, llegamos a pensar en ella y a tener la fuerza de voluntad para practicar la palabra de Dios.
Si nos trazamos una meta de guiar a una persona a la verdad, llegaremos a pensar en su alma y tendremos consideración de él, y sentiremos amor por él.
Incluso un hombre que en el pasado no ignoraba los pequeños comentarios de los demás, llega a aprender la perseverancia y a conocer la alegría de salvar un alma y de entender qué es el amor, mientras guía a una persona a Dios. Sin una meta, no hay pensamiento; sin pensamiento, no hay acción; sin acción, no hay fruto. Por lo tanto, debemos trazarnos una meta en la verdad.
Los que prosiguen a la meta
Si nos ponemos una meta definida para algo espiritual, a través del resultado podemos verificar si hemos hecho nuestro mayor esfuerzo para llevar fruto según la meta, o si hemos gastado el tiempo en pensamientos vagos.
Mt. 25:1-7 『Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.』
En la anterior parábola de Jesús, la meta de las diez vírgenes era recibir al esposo. Las cinco vírgenes que estaban interesadas y conscientes de la meta, pensaron en cómo cumplir la meta y hasta prepararon aceite extra en caso de que el esposo se tardara. Finalmente, las que fueron sensatas con respecto a la meta, pudieron recibir al esposo.
En la siguiente parábola de los talentos, podemos aprender la misma lección.
Mt. 25:13-23 『Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. […] Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.』
El hombre que recibió dos talentos, y el que recibió cinco talentos, se trazaron la meta de ganar más talentos hasta que su señor regresara, y para ello pensaron en cómo alcanzar la meta, y se esforzaron mucho sin descansar.
Jesús declaró que los que habían ganado más talentos entrarían en el gozo de su señor, lo cual significa que Dios se agradará con los tales y los recompensará, y les concederá el derecho de participar en el banquete del reino de los cielos. El apóstol Pablo comprendió esto y guardó su fe, prosiguiendo a la meta, y se mostró seguro de su vida, diciendo que la corona de justicia estaba esperando por él.
Así, cuando tenemos una meta, podemos actuar con convicción. La razón por la que el joven David fue capaz de vencer a Goliat, a quien temían aun los veteranos, era que tenía una firme meta de destruir a Goliat, quien había desafiado a Dios. Y también creía firmemente que Dios le daría fuerzas y sabiduría para hacer que el enemigo se retirara.
Sin meta, sin resultado
Una vida con metas es hermosa. Para conseguir una meta la gente toma acciones; y a través de la acción, se obtiene cierto resultado. Pero una vida sin metas no gana nada. Las metas cambian nuestra vida de esta manera.
La acción y el resultado de la gente que se traza una meta, difiere mucho de los que viven sin objetivos. En la parábola de los talentos, el hombre que recibió un talento, escondió su talento en la tierra, pensando: "Todo estará bien si devuelvo el talento a mi señor cuando él vuelva". Este hombre nunca pensó que podría ganar más talentos mediante el talento que le habían dado.
Ya que no tuvo ninguna meta, descansó, jugó y durmió complacientemente.
En la verdad, si gastamos el tiempo sin sentido, y sin ninguna preocupación en la voluntad de Dios, ¿qué resultado obtendremos el día que Dios venga con gloria?
Mt. 25:24-30 『Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talent en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tundra más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.』
El siervo que escondió el talento en la tierra, nunca consideró la idea de ganar más talentos, y acabó con ese solo talento. En otras palabras, no llevó a cabo el mandamiento de su señor: "Negocia con el talento que te he dado".
La palabra "negociar" implica "ganar más talentos". Finalmente el señor mandó que el siervo indigno, que solamente guardó el talento hasta el final, fuera echado en las tinieblas.
El hombre que no tiene una meta, no obtiene nada, aunque sea muy capaz; pero el hombre que tiene una meta obtiene un resultado fructífero de acuerdo a su habilidad. Debemos pensar en qué es lo que causó que el hombre que recibió un talento, y los que recibieron dos y cinco talentos, produjeran resultados diferentes. Reflexionemos en los momentos en los cuales hemos
ganado talentos en nuestra vida de la fe.
Al predicar el evangelio, el que se esfuerza duro para transmitir completamente la voluntad de Dios, puede ganar muchos talentos. Al escuchar un sermón, el que tiene una meta siempre piensa en lo que el predicador trata de transmitir, en lo que él mismo debe aprender y entender espiritualmente, y en cómo hará uso del contenido del sermón para predicar. Tal persona logra un notable crecimiento en la fe, aunque haya recibido la verdad no hace mucho tiempo. Pero en el caso de un hombre que tan solo se sienta y escucha el sermón sin una meta, no se conmueve con el sermón y tampoco muestra ningún progreso en la fe, aunque tenga diez años en la verdad; él es igual que el siervo que recibió un talento.
Si el hoy de una persona es como su ayer, y su mañana será como su hoy, no dejará nada en el camino hacia el reino de los cielos, como el hombre que recibió un talento y lo escondió en la tierra. Siempre debemos pensar en cuál es nuestra meta en nuestra vida de la fe, en cuántos talentos hemos ganado hasta ahora, y en cuán cerca estamos de alcanzar la meta, en lugar de jactarnos de nuestros años en la verdad.
Dios ayuda a los que se esfuerzan
Jacob, que había trabajado para su tío Labán sin recibir salario, se casó y tuvo que mantener a su familia. Por eso pidió a Labán que le diera las ovejas y cabras manchadas y salpicadas de color como pago. En ese momento, Jacob se puso una meta; para ganar a las ovejas y cabras manchadas y salpicadas de color, tomó varas verdes y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas, y las puso en los canales de los abrevaderos de agua, para que estuvieran justo delante de los rebaños que venían a beber agua y a procrear.
Entonces parían crías manchadas y salpicadas. Es difícil explicarlo en términos biológicos, pero en la Biblia está escrito que Jacob prosperó tremendamente después de trazarse una meta.
Una vida sin una meta no tiene sentido y es pesada; pero cuando corremos hacia una meta, nuestra vida está siempre llena de placer. Tracémonos metas según la voluntad de Dios, y oremos a Dios para alcanzarlas y predicar la verdad, y no nos quedemos tan solo esperando sin acciones ni esfuerzos concretos. Solo así podremos experimentar el gozo de alcanzar las metas una por una, y nuestra fe también crecerá.
Cuando miramos nuestro pasado, podemos entender que hemos orado con más seriedad cuando hemos tenido una meta. Cuando establecemos una meta de frutos, llegamos a orar por el fruto; luego de llevar fruto, comenzamos a orar por el crecimiento de la fe del fruto. Así, cuando tenemos una meta, nuestras oraciones crecen constantemente. "Orad sin cesar." Este versículo también significa que prosigamos a la meta constantemente.
Un buen resultado se obtiene cuando nos esforzamos duro por alcanzar una meta, y no cuando la esperamos sin esfuerzos. Si nos ponemos una meta, Dios nos ayuda según esa meta. Él da más bendiciones a los que luchan con seriedad. Debemos buscar ayuda en el cielo, donde está Dios, y no en la tierra.
Al jabalí le gustan las bellotas. Después de comer las bellotas que caen de los árboles, los jabalíes cavan en la tierra constantemente. En realidad, las bellotas caen de los árboles, pero el jabalí piensa que salen de la tierra, porque se las come en la tierra. Por esta razón cava la tierra. Del mismo modo, si tratamos de encontrar la solución solo a través de las situaciones y la atmósfera de esta tierra, no somos diferentes de los tontos jabalíes. Si creemos que toda la ayuda y habilidades vienen de arriba, y oramos a Dios y corremos hacia nuestra meta con diligencia, ciertamente se nos concederán buenos resultados.
Ahora, nuestros hermanos perdidos del cielo escuchan la voz del Padre y la Madre, y están viniendo a Sion de todas partes del mundo. Esto es porque hemos creído firmemente que Dios está con nosotros y hemos tenido la meta de salvar al mundo entero practicando la palabra de Dios. Ya que todas las cosas son cumplidas como Dios lo ha prometido, solo necesitamos creer en Dios y seguirlo. Respondamos el llamado de Dios y prediquemos su palabra con ferviente fe, hasta que este evangelio sea predicado en Samaria y hasta lo último de la tierra, para que todos nuestros hermanos y hermanas perdidos sean encontrados. No nos quedemos tan solo esperando el premio celestial en nuestros corazones, sino tracémonos una meta para la gloria celestial y actuemos para alcanzarla.