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Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

Las promesas de Dios


Una promesa es un compromiso de una persona de hacer o no alguna cosa y se hace entre dos partes. Por eso, cada promesa tiene dos lados: el lado del que promete y el lado del que recibe la promesa.

La Biblia consta de 66 libros, que contienen un sinnúmero de promesas de Dios para su pueblo, es decir, las promesas hechas entre Dios y la humanidad.

El Antiguo Testamento es el antiguo pacto dado por Dios al pueblo hebreo, y el Nuevo Testamento es el nuevo pacto dado por Dios a nosotros. Nadie puede cambiar esta promesa de Dios, ni una tilde ni una jota, ni reemplazarla con nada.

Así, la Biblia nos dice que nunca añadamos ni quitemos de las palabras de la promesa entre Dios y nosotros (Ap. 22:18-19).

Es la promesa de Dios que aspiremos a predicar a todas las personas del mundo. La predicación consiste en dar a conocer a la humanidad la promesa de la bendición y la promesa del eterno reino de los cielos.

Ahora muchos miembros de Sion están saliendo a todo el país y al mundo entero a predicar el evangelio. Al salir a predicar el evangelio, solo necesitamos pensar en las promesas que Dios nos ha hecho y creer en ellas, poniéndolas en práctica. Ahora examinemos cuidadosamente las promesas de Dios en la Biblia, para que podamos recorrer el camino de la fe creyendo firmemente en las promesas de Dios.


"Siempre te ayudaré"

Las ceremonias para el bautismo y el culto, la predicación, la oración, cantar los cánticos nuevos, etc. Todas estas cosas que realizamos ahora, contienen ciertas promesas de Dios. Nosotros, como pueblo de Dios, creemos en las promesas de Dios y proseguimos en el camino de la fe.

Las promesas de Dios se están cumpliendo con exactitud en esta tierra. No obstante, ya que una promesa se hace entre dos partes, hay cosas que debemos hacer en el proceso del cumplimiento de las promesas de Dios. Hay palabras de Dios que aún no hemos predicado completamente, y también están nuestros hermanos y hermanas que aún no han regresado a la verdad porque no han podido escuchar las palabras de la promesa de Dios. Todos debemos grabar las promesas de Dios en nuestro corazón y cobrar valor y fuerzas, para que todas las promesas de Dios puedan ser cumplidas y nosotros podamos entrar en el reino celestial.

Is. 41:8-10 『Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.』

Is. 43:1-7 『[…] No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; […] No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.』

Si examinamos las profecías cuidadosamente, no se puede negar el hecho de que enfrentaremos situaciones de temor al predicar el evangelio. Dios dijo:
"Siempre te ayudaré". Esto implica que hay muchas cosas que no podemos hacer por nosotros mismos. Sin embargo, Dios prometió que estará con nosotros en cualquier situación y que reunirá a todos los miembros dispersados de la familia celestial.

Esta es la promesa hecha por el Padre y la Madre. Si creemos en Dios, también debemos creer en las promesas de Dios. Dios nunca habla en vano.

Hay una gran diferencia de resultado entre el que cree en las promesas de Dios y lleva a cabo la obra del evangelio, y el que no cree en ellas. Dios, quien puede hacerlo todo, está siempre con nosotros y nos da fuerzas y valor. Incluso cuando vamos por el camino de las tinieblas, Dios nos protege y nos guía. No debemos olvidar esto.

Cuando usted sienta que una pared invisible está bloqueando el camino, por favor mire las promesas de Dios. Si creemos en las promesas de Dios y llevamos a cabo la obra del evangelio, pidiendo ayuda a Dios todo el tiempo, cada paso que demos producirá un hermoso resultado.

Mt. 28:18-20 『Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.』

Nuestro Dios Elohim, que tiene toda la autoridad en el cielo y en la tierra, ha prometido estar siempre con nosotros, hasta el fin del mundo. Por eso, debemos confiar en las promesas de Dios, quien nos ayuda y nos da fuerzas para cumplir la obra del evangelio.


Dios nunca cambia sus promesas

Dios ha prometido estar con nosotros, darnos fuerzas y ayudarnos. Pero a veces somos capturados por un temor vago y por la impaciencia, que nos hacen pensar mucho en las cosas y en la predicación del evangelio. No necesitamos confiar en nuestra propia habilidad o apoyarnos en los demás. Todo lo que debemos hacer es predicar el evangelio fervientemente, como Dios nos ha dicho, sin importer en qué situación o circunstancia nos encontremos. Si actuamos así, Dios sin falta abrirá todas las puertas para nosotros. Las promesas de Dios nunca cambian.

He. 6:17-18 『Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.』

Dios no cambia su propósito para los que heredarán lo que ha prometido. Nadie puede cambiar arbitrariamente ninguna de las promesas de Dios. Estas promesas inalterables de Dios nos guían al eterno mundo donde resplandeceremos como las estrellas a perpetua eternidad.

Dn. 12:1-3 『En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.』

"Los que enseñan la justicia a la multitud, resplandecerán como las estrellas a perpetua eternidad." Esta es la promesa de Dios, y lo que más agrada a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales. Ellos quieren que nosotros, sus hijos, recibamos la gloria de resplandecer como las estrellas, en lugar de hallarnos avergonzados ante los ángeles. Esa es la razón por la que nos han dado la mission de predicar el evangelio y también las oportunidades para tal fin.

Esta misión y las oportunidades dadas a nosotros, llegarán a su fin algún día.
En la parábola de las diez vírgenes, ellas tenían un tiempo límite para preparer el encuentro con el esposo. Una vez cerrada la puerta, nunca se volvió a abrir, aunque tocaron desesperadamente y lloraron para que el señor les abriera, porque el tiempo profetizado llegó a su fin (Mt. 25:1-13).


Una fe perfecta en las promesas de Dios

Creemos en las promesas de Dios, incluyendo la promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo, y la promesa de ayudarnos siempre.

Dios también nos ha dado la habilidad de guiar a muchos a la justicia y la salvación. No obstante, las oportunidades nunca vienen a los que solo esperan sin hacer ningún esfuerzo. Dios da oportunidades a los que trabajan duro, buscan con ansiedad y se esfuerzan mucho, y les cumple todas las promesas de bendición.

Ro. 4:18-22 『El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando Gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.』

Abraham recibió la bendición de ser llamado "el padre de la fe", porque no dudó de la promesa de Dios. Aunque tenía cien años y Sara también era de edad muy avanzada, él creyó absolutamente en la promesa que Dios le había hecho: "Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo". Esta fe absoluta de
Abraham nos sirve hoy como un buen ejemplo de fe.

Todo lo que Dios ha prometido ha de cumplirse sin falta. El evangelio también se cumplirá con certeza, porque Dios ha prometido que será predicado a Samaria y hasta lo último de la tierra. Dios es tan fiel que ha preparado personalmente todo para nosotros y abre los ojos, los oídos y el corazón de las personas cada vez que se predica el evangelio.

Ahora estamos moviéndonos de acuerdo al sonido de trompeta de la profecía.
Los que hacen oídos sordos a la trompeta de la profecía, por más alto que suene, no son diferentes de Esaú que no comprendió el valor de la bendición que Dios había prometido. Los que se mueven según la voz de la profecía, y los que creen absolutamente en las promesas de Dios y las ponen en práctica, recibirán las bendiciones prometidas.

Stg. 2:5 『Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?』

Dios ha prometido dar en herencia el eterno reino de los cielos a los que lo aman. A fin de ir al reino prometido por Dios, debemos ser guiados por las promesas de Dios.

Cada vez que pasemos momentos difíciles, abramos la Biblia y echemos un vistazo a las promesas de Dios, que están contenidas en los 66 libros. Entonces entenderemos que Dios nos ha prometido un mundo brillante y glorioso, que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre.

Esta promesa no es hecha por alguien no confiable o por alguien que no puede cumplir sus promesas. Esta es la promesa hecha por Dios Todopoderoso, que es invariable en sus promesas y las cumple sin falta. Dios ha prometido estar con nosotros y ayudarnos dondequiera que vayamos. No olvidemos esta graciosa promesa de Dios, y avancemos al eterno reino de los cielos confiando en esa promesa.


Los que ponen en práctica las promesas de Dios ganarán el future prometido

Dios nos ha dado estas sorprendentes y brillantes promesas. Sin embargo, las promesas no son efectivas para los que no las ponen en práctica, pues solo tienen efecto en quienes las siguen. La Biblia dice que nuestra fe es muerta si no ponemos en práctica las promesas de Dios.

Stg. 2:17-26 『Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. […] Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? […] Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. […] Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.』

Según esta palabra, la fe sin obras es muerta. ¿Cómo podría nacer un fruto de los muertos? ¿Cómo podría un árbol muerto dar flores y emitir fragancia? Las santas promesas de Dios pueden florecer hermosamente y llevar fruto si son puestas en práctica.

Los que ponen en práctica las promesas de Dios y se mueven de acuerdo a ellas, reciben sin falta los resultados prometidos de parte de Dios. No obstante, para los que no caminan en las promesas de Dios y no se esfuerzan por cumplirlas, todas las promesas no son más que letras. En otras palabras, ellos obtienen el mismo resultado que si no hubieran recibido ninguna promesa. Para hacer que la palabra de Dios viva y obre para nosotros, debemos seguir todas las enseñanzas de Dios. Cuando pongamos en práctica las promesas de Dios, podremos experimentar los resultados prometidos por Dios.

Abraham creyó en la promesa de Dios e hizo lo que Dios dijo. La fe que Abraham mostró era la fe en Dios y en su promesa. La Biblia expone que la fe de Abraham se completó cuando él puso en práctica su fe en Dios y en su promesa.

Ahora la evangelización mundial se está cumpliendo por nuestra Iglesia de Dios. Esto es posible porque Dios siempre nos ayuda. Esto también es resultado de creer en las promesas de Dios y ponerlas en práctica. Ahora mismo, los profetas del evangelio, incluyendo los equipos misioneros de corto y largo plazo, están saliendo al mundo entero y están trabajando duro para predicar el evangelio, derramando gotas de sudor. Todos los miembros están esforzándose por predicar el evangelio en su propio país o en el extranjero.

Leamos las promesas que Dios nos ha hecho y revisémoslas una vez más.
Los que creen en las promesas de Dios y predican el evangelio, están siempre alegres y felices. "Siempre te ayudaré." Con esta promesa de Dios garantizada a nosotros, dediquemos nuestra vida diaria a predicar el evangelio con alegría, junto con el Padre y la Madre celestiales.

Los que creen en las promesas de Dios, se puede decir que creen en Dios correctamente. Piense qué grandes y valiosas son para nosotros las bendiciones prometidas de Dios. El día de la gloria, Dios cumplirá todas las bendiciones que nos ha prometido. Creyendo firmemente en las promesas de Dios, como el pueblo de Sion hagamos nuestro mejor esfuerzo por glorificar todo lo posible a Dios durante el tiempo de la oportunidad que se nos ha permitido.