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Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

Temed a Dios

Al observar cuidadosamente todas las cosas, podemos ver que el poder de Dios es sorprendente y grandioso. Dios sostiene la pesada tierra en el espacio vacío como un globo, y la hace moverse. Él gobierna todas las cosas en el universo manteniéndolas en orden, incluso cambia el orden si lo desea.

La primavera pasada, se desplegó una fiesta de flores: todas las flores de primavera, tanto las de inicios de primavera como las del final, florecieron al mismo tiempo como resultado del cambio climático. Dios puede hacer que las flores broten una tras otra en su tiempo apropiado, y también puede hacer que florezcan todas a la vez cambiando el medio ambiente. Él puede transformar un país caluroso en un país frío, y un país frío en un país caluroso. Al pensar en el hecho de que Dios Todopoderoso es nuestro Padre y nuestra Madre, debemos temer aún más a Dios, y agradecerle y alabarlo mucho más.


Temer a Dios es el todo del hombre

Temer a Dios significa venerarlo con respeto y temor. Una mentalidad de temor es la actitud mental más fundamental que los seres humanos deben tener hacia Dios. La Biblia enfatiza que esto es el todo del hombre.

Ec. 12:13-14 『El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.』

El libro de Eclesiastés fue escrito por el rey Salomón, quien fue famoso por su sabiduría. Él tuvo toda la riqueza, poder y sabiduría, y probó todo lo que un hombre podría desear en este mundo, pero al final de su vida comprendió que todo era insignificante. Él concluyó que todos los hombres deben temer a Dios y guardar sus mandamientos mientras vivan en esta tierra, antes que venga el día del Juicio.

Dt. 4:10 『El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos.』

Dt. 10:12-13 『Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?』

La razón de que Dios nos haya dado sus mandamientos y decretos, es que quiere ayudarnos a temer a Dios y hacernos entrar en el camino de las bendiciones eternas. Por eso, siempre debemos aprender a obedecer la palabra de Dios y temerle a través de las enseñanzas de la Biblia.

Éx. 20:18-20 『Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.』

El momento más peligroso para el pueblo de Dios es cuando pierden el temor a Dios. Los que temen a Dios nunca pierden su fe y no se ven envueltos en ningún crimen, ni físico ni espiritual. Pero los que han perdido su temor a Dios, ignoran los mandamientos y decretos que Dios nos ha dado para nuestra felicidad, y se acercan al pecado, para finalmente terminar teniendo la misma mentalidad de Judas Iscariote.


La diferencia entre Judas Iscariote y Pedro

Al principio, Judas Iscariote tenía fe en Jesús y temor a Él. Podemos ver que él era uno de aquellos en quienes Jesús confiaba mucho, porque se convirtió en uno de los doce apóstoles e incluso fue encargado de las finanzas. Sin embargo, al transcurrir el tiempo, su temor por Jesús empezó a desaparecer.

Ya que veía a Jesús desde un punto de vista físico, sin ningún temor por Él, todo sobre Él le parecía algo que lo haría tropezar o caer. “Si realmente es Dios, ¿cómo no puede hacer esto?” Mientras más miraba a Jesús, más le parecía un simple carpintero de Nazaret que no tenía poder, y no Dios Todopoderoso.

Cuando Jesús entró en Jerusalén sobre un pollino, la gente en la calle gritaba fuerte: “¡Hosanna al Hijo de David!” A pesar del gran número de la multitud, Jesús no los detuvo, más bien pasó delante de ellos cabalgando el pollino. Este proceso era necesario para que Jesús cumpliera la profecía, pero este hecho no parecía algo bueno ante los ojos de Judas Iscariote.

Antes de la Pascua, María derramó perfume sobre los pies de Jesús. Cuando ella vertió el perfume sobre sus pies, los humedeció con sus lágrimas, y los secó con su cabello, Judas Iscariote se molestó y se quejó de que el perfume debía haber sido vendido y dado el dinero a los pobres. Sus palabras sonaron convincentes, pero la Biblia dice que Judas Iscariote dijo esto porque era ladrón y quiso robar el dinero que se pudo haber obtenido al vender el perfume (Jn. 12:1-6). A diferencia de María, que veneró a Jesús y lo sirvió con todo su corazón y fuerzas, Judas tenía la mente fija en el dinero y hasta cometió el nefando crimen de vender a Jesús por 30 monedas de plata. Jesús dijo acerca de Judas Iscariote que mejor le hubiera sido no haber nacido (Mt. 26:24).

Mientras Judas Iscariote perdió su temor por Jesús, Pedro siempre tuvo temor y reverencia por Él sin importar en qué situación estuviera. Una noche, cuando Jesús caminaba sobre el agua, todos los demás discípulos se aterrorizaron, pensando que habían visto un fantasma. Pero Pedro dijo valientemente: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Y como Jesús dijo: “Ven”, él caminó sobre el agua mirando solo a Jesús. Pero cuando vio el viento y sintió sus pies tocando el agua, empezó a hundirse. Entonces Jesús extendió su mano, lo asió y dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Él pudo haberlo elogiado, diciendo: “Todos los demás discípulos están temblando de miedo, pero tú llegaste a caminar sobre el agua. ¡Tú fe es la más grande de todas!” Pero en lugar de alabar a Pedro, Jesús lo reprendió por su falta de fe (Mt. 14:25-32).

Pedro fue constantemente reprendido por Jesús incluso por las cosas que hacía fielmente por Él. A pesar de todas estas reprimendas de parte de Jesús, nunca se desanimó. Aunque Dios lo reprendía: “¡Apártate de mí, Satanás!” él no perdió su fe en Jesús sino que lo siguió hasta el final (Mt. 16:23).

Ya que Pedro amaba y temía a Jesús sin importar qué le dijera, Jesús le encomendó la misión de pastorear las ovejas de Dios antes de ascender al cielo. Como Jesús le decía repetidamente: “¿Me amas?” él respondía con confianza: “Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Pero cuando Jesús le hizo la misma pregunta la tercera vez, se sintió preocupado de que faltara algo en su fe, y confesó su amor por Jesús una vez más. Aquí también podemos ver cuánto Pedro veneraba y honraba a Jesús (Jn. 21:15-17).


Los antepasados de la fe temieron a Dios

Esto no solo sucedió hace dos mil años, sino que también está sucediendo en esta época. Hoy también hay dos clases de personas que tienen actitudes totalmente diferentes hacia Dios Padre y Dios Madre, quienes han venido a esta tierra en la carne; los que los evalúan con el mismo pensamiento que Judas Iscariote, y los que nunca pierden la fe en Ellos, sino que siempre los respetan con la misma mentalidad de Pedro. No debemos perder nuestro temor por Dios, a fin de guardar nuestra fe hasta el final.

En el momento que perdemos nuestro temor a Dios, perdemos nuestra fe, el cielo y todas las demás bendiciones. Es por eso que Satanás está tratando de tentarnos para que perdamos nuestro temor por Dios haciendo que apartemos nuestros ojos de Dios. Pero Dios nos ha dicho que aprendamos a temerlo. Por eso, siempre debemos tener una mentalidad de reverencia hacia Dios y guardarla hasta el final, como hizo Pedro. Todos los que temieron a Dios fueron enormemente bendecidos por Él.

Gn. 22:10-12 『Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.』

Los versículos anteriores describen la escena en que Dios detuvo a Abraham cuando estaba por sacrificar en holocausto a su único hijo Isaac, en obediencia a la palabra de Dios. Ya que Abraham tenía esa gran fe, obedeció todo lo que Dios le ordenó hacer; su gran fe también provino de su temor a Dios. Su único hijo Isaac, a quien tuvo cuando tenía cien años de edad, era para él el tesoro más precioso del mundo. Sin embargo, consideró a su único hijo como nada delante de Dios. Ya que temía a Dios con tanta reverencia, Dios lo bendijo mucho.

He. 11:7 『Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.』

Noé preparó un arca porque temía a Dios. Como resultado, él y toda su familia fueron salvos. Ya que Abraham y Noé siempre temieron a Dios, se convirtieron en “herederos de justicia” y en “antepasados de la fe”, los héroes de la Biblia.

Gn. 42:18 『Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.』

José, el undécimo hijo de Jacob, fue vendido a algunos mercaderes gentiles por sus hermanos que le tenían celos y lo odiaban. Pero como él siempre temía a Dios, Dios lo bendijo en todo lo que hizo. Como resultado, llegó a ser incluso gobernador de Egipto, y también pudo salvar a toda su familia de morir de hambre en una severa hambruna.

Podemos ver en la Biblia que Dios estuvo con los que le temían y los bendijo, por dondequiera que iban y en todo lo que hacían. Pero los que no temían a Dios, cayeron de su mano de protección y fueron atrapados por las malvadas obras de Satanás y grandes plagas.
Jesús también nos dio ejemplo de temer a Dios y de obedecer su voluntad.

He. 5:6-7 『Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.』

Aunque Jesucristo era en forma de Dios, nos mostró personalmente un ejemplo de fe. No solo Jesucristo sino todos los antepasados de la fe tuvieron temor a Dios. Sin embargo, hoy en día en el mundo es difícil encontrar personas que tengan temor a Dios. La gente primero busca las cosas físicas y se niegan a vivir según la enseñanza de Dios, pensando que su vida será muy incómoda si viven según la palabra de Dios, aunque esté escrito en la Biblia. Como resultado de perder su temor a Dios, se alejan gradualmente de sus bendiciones.


Las bendiciones del cielo son dadas a los que temen a Dios

Si tememos a Dios, siempre podremos obedecer todas sus palabras, exista en espíritu o venga a esta tierra en la carne, y también podremos seguirlo por dondequiera que vaya.

Dt. 5:28-29 『[…] y me dijo Jehová: He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado; bien está todo lo que han dicho. ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!』

La razón por la que Dios nos ha dicho que le temamos, no es que quiera ser servido, sino que es la única manera de que los seres humanos guardemos nuestra fe y no perdamos nuestra esperanza en el eterno reino de los cielos. Los que temen a Dios reciben las eternas bendiciones al final.

Ap. 19:4-5 『Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya! Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.』

Ap. 11:15-18 『Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras […], y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.』

El libro de Apocalipsis ha mostrado por adelantado lo que sucederá en el futuro, a través de la revelación del apóstol Juan. Está escrito que Dios premiará a los que tengan temor de su nombre. Los corazones de los que están en el cielo están llenos de temor a Dios. El reino de los cielos es un lugar donde viven los que temen a Dios.

Desde el momento que perdemos nuestro temor a Dios, caemos en tentación y Satanás llega a controlar nuestra mente. Satanás crea toda clase de estrategias para impedir que las personas tengan temor a Dios; así, hizo que Judas Iscariote viera a Jesús simplemente como una persona débil, no como Dios. La principal razón por la que Judas Iscariote traicionó a Jesús fue que perdió su temor a Dios, que había venido en la carne. Jesús dijo: “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mt. 11:6). Hallar tropiezo significa perder el temor a Dios.

Sin embargo, los discípulos como Pedro, Juan y Santiago nunca olvidaron que Jesús es Dios, por dondequiera que iban. Cuando Jesús y los discípulos trataron de pasar por un pueblo, la gente los detuvo. Entonces Juan y Santiago se enfurecieron y preguntaron a Jesús: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo?” Los dos discípulos temían tanto a Dios que se molestaron cuando la gente trató con desprecio a Jesús. Jesús les impidió hacerlo y se fueron a otro pueblo. Más tarde, les dio el nombre de Boanerges, que significa Hijos del trueno (Lc. 9:51-56, Mr. 3:17).

Sea que Dios venga a esta tierra en la carne o en el espíritu, nunca debemos olvidar temer a Dios. La base de la fe es la mentalidad de temer a Dios. Las personas como Abraham, Noé y José, que nos dieron un buen ejemplo de fe y guiaron al mundo de la fe, tuvieron algo en común: todos ellos temieron a Dios.

Como los antepasados de la fe, tengamos temor a Dios en nuestro corazón y aprendamos a temerlo todo el tiempo. Oro ansiosamente para que todos nuestros hermanos y hermanas de Sion, que permanecen seguros en los brazos del Espíritu y la Esposa, sigan el hermoso camino lleno de gracia que el Padre y la Madre nos han mostrado, y alcancen el eterno reino de los cielos.