한국어 English 日本語 中文简体 Deutsch हिन्दी Tiếng Việt Português Русский Iniciar sesiónUnirse

Iniciar sesión

¡Bienvenidos!

Gracias por visitar la página web de la Iglesia de Dios Sociedad Misionera Mundial.

Puede entrar para acceder al Área Exclusiva para Miembros de la página web.
Iniciar sesión
ID
Password

¿Olvidó su contraseña? / Unirse

Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

Una piedra de tropiezo para los judíos y una locura para los gentiles

En la época de la iglesia primitiva, hubo una piedra de tropiezo para los judíos. Todos los días se reunían para tramar cómo detener a la muchedumbre que hacía lo que era una piedra de tropiezo para ellos, cómo calumniar y entorpecer la atención de la personas.

¿Cuál era la piedra de tropiezo para los judíos (lo que ellos más odiaban)? Era la predicación de Jesucristo. Dios es luz, por eso las tinieblas odian la luz (Jn. 1:1-14). Esto se debe a que la oscuridad se retira incluso cuando brilla una pequeña luz. Lo que Satanás más odia es revelar a Dios, nuestro Salvador en esta época: Jehová en la época del Padre, Jesucristo en la época del Hijo, y el Espíritu y la Esposa (nuestro Padre celestial y Jerusalén nuestra Madre celestial) en la época del Espíritu Santo.

La predicación de Cristo es una piedra de tropiezo y una locura para las personas del mundo, pero esto es lo que más complace a Dios. Nosotros, que somos los hijos de la luz, debemos alumbrar la luz de la gloria de Jerusalén al mundo entero, a fin de vencer la oscuridad y guiar a todas las personas a la vida.


El mundo no conoce a Dios mediante la sabiduría

La predicación de Dios que ha venido en la carne es una piedra de tropiezo para los judíos que dicen creer en Dios, y es locura para los gentiles que no conocen a Dios. Sin embargo, el punto de vista de Dios es completamente diferente. La Biblia dice que agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

1 Co. 1:20-24 『Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.』

Cuando Cristo vino a esta tierra como el Salvador de la época del Hijo, las personas de esos días no tenían la sabiduría para reconocerlo. Para los judíos, Jesús era una piedra que les causaba tropiezo, y todos los discípulos que predicaban a Jesús también eran una molestia para ellos. El nombre de Dios en el que ellos creían era Jehová, por eso cuando Dios vino a esta tierra en la carne con el nombre de Jesús, tenían una fuerte antipatía hacia Jesús, diciendo: “¿Cómo puedes tú, siendo hombre, hacerte Dios?” Ante sus ojos, Jesús era un hombre igual que uno de ellos, pero los discípulos predicaban que él era Dios, y esto parecía una locura hasta para los gentiles que no creían.

No obstante, mientras más y más personas prestaban atención a las enseñanzas de Jesús, que era completamente diferente de los sumos sacerdotes que eran autoritarios e hipócritas, llegaron a sentir la voz de Dios. Los judíos, que se sentían en crisis, planeaban un complot para eliminar a Jesús y a sus seguidores, para hacer que la gente tuviera una mala impresión de ellos. Por lo tanto, presentaron falsos testigos y difundieron falsos rumores para oponerse a Cristo, y difamaron a los santos de la iglesia primitiva, llamándolos “seguidores de la secta de los nazarenos” (Mt. 26:59-61, 28:11-15, Hch. 24:1-5).

Jn. 10:30-33 『Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis. Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.』

Los judíos tomaron piedras para apedrear a Dios solo porque se refería a sí mismo como Dios. ¡Qué deplorable y lamentable! Dios puede venir a esta tierra en la carne en cualquier momento. La Biblia muestra claramente que Dios apareció como un hombre en los días de Abraham (Génesis 18), y también estaba profetizado en muchas partes de la Biblia que Dios nacería en la carne.

Pero para los que descuidaron las profecías, Cristo apareció como un simple hombre, el hijo de un humilde carpintero. Aparentemente, él no tenía poder y no llevaba una vida adinerada y digna, sino por el contrario vivía con personas pobres y de clase social baja, los llamados pecadores, apiadándose de ellos. Esto les impidió reconocer a Jesús como Dios. Finalmente, fueron ante el gobernador Pilatos, y le pidieron firmemente que tenía que crucificar a Jesús. Pilatos tuvo temor del alboroto, y dijo delante del pueblo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”. Entonces todos respondieron: “¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!” Ellos estaban muy confiados de oponerse a Jesús. ¿Pero dónde están ellos ahora?

La predicación del evangelio de Cristo es una piedra de tropiezo para los cristianos y una locura para las personas de mundo, pero nosotros estamos haciendo esta gran obra en esta época. Como los judíos de aquellos días no tuvieron la sabiduría de reconocer a Dios, lo mismo sucede con las personas de hoy en día. Estamos predicando a Cristo como los discípulos que recibieron a Jesucristo hace dos mil años, y los llamados cristianos están calumniando hoy la verdad, así como los judíos que rechazaron a Jesús hace dos mil años. Si predicamos el evangelio, cada alma comprenderá la verdad correctamente y vendrá a Dios Padre y Dios Madre. Por esta razón Satanás odia tanto la predicación. No obstante, Dios ha preparado el reino de los cielos que es hermoso y glorioso, más allá de la imaginación humana, para los hijos celestiales que hacen todos los esfuerzos por mostrar la gloria de Dios, su Salvador.

1 Co. 2:8-10 『la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.』


Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente

La predicación de Dios que vino en la carne fue una piedra de tropiezo para los judíos y una locura para los gentiles. Esto se debió a que ellos lo veían desde el punto de vista físico. Desde un punto de vista espiritual, esto es realmente sorprendente y asombroso. Dado que estamos haciendo esta tarea, nuestro Dios esta preparándonos para los días gloriosos que disfrutaremos en el eterno reino de los cielos.

Dios nos ha prometido que nos permitirá comer y beber en su mesa en el reino de los cielos y nos pondrá a cada uno de nosotros en una posición que incluso los ángeles envidian. Cuando regresemos al cielo después de guardar nuestra fe firme y trabajar duro para salvar almas, Dios entonces nos dará todo lo que queramos. Esta obra que estamos haciendo nunca será en vano (1 Co. 15:58). Por consiguiente, pensando en la gloria del cielo que el Padre y la Madre nos concederán, valoremos las cosas celestiales y vivamos con esperanza.

1 Co. 2:13-14 『Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.』

Ya que los judíos veían las cosas espirituales desde un punto de vista bajo y físico, nunca pudieron ver la divina naturaleza de Dios. Por eso, cuando Jesús dio testimonio de sí mismo hace dos mil años, hasta sus parientes intentaron contenerlo, diciendo que estaba fuera de sí. Jesús tenía hermanos y hermanas, y todo el pueblo sabía que había nacido de su madre María. Por eso, cuando Jesús hablaba de sí mismo como Dios que había descendido del cielo, ellos no podían entenderlo. No obstante, la Biblia claramente profetizaba que Dios el Todopoderoso nacería como un bebé a través del cuerpo de una virgen (Is. 7:14, 9:6).

Así como podemos confirmar la existencia de microorganismos cuando miramos a través de un microscopio, del mismo modo podemos comprender las cosas espirituales cuando discernimos espiritualmente. Ya que la gente ve las cosas espirituales con ojos físicos, no creen en Dios Madre aunque lean muchas veces los versículos bíblicos que testifican a la Madre. Ellos ponen sus propios pensamientos por encima de las palabras de Dios. Aún así, dicen creer en Dios. Por eso la Biblia señala que ellos dicen conocer a Dios pero por sus acciones lo niegan (Tit. 1:16). Ya que esto está escrito en la Biblia, no es digno de volverse a discutir.

Los que son controlados por la naturaleza pecadora no pueden comprender por qué el Padre y la Madre han venido a esta tierra en la carne, y por qué ponemos todo nuestro corazón en la predicación del evangelio en Samaria y hasta lo último de la tierra. Ellos valoran las cosas físicas, pero nosotros perseguimos las cosas del reino de los cielos. Jesús dijo que el reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Si alguno encuentra el tesoro, no pasa de largo tontamente. Debemos hacer todos los esfuerzos para obtenerlo.

En antiguos tiempos, Galileo Galilei fue llevado a la Inquisición, siendo acusado de propagar teorías herejes. De pie delante de la Inquisición, dijo que la tierra se mueve, y los jueces lo forzaron a retractarse de sus creencias, diciendo que estaba loco. Ahora el Vaticano ha reconocido su error de haber condenado a Galileo. Esto se debió a que se probó la veracidad de la teoría heliocéntrica, gracias a los avances científicos. En aquellos días, sin embargo, nadie pudo probarlo.


La Madre celestial vista a través de la Biblia

Así como en el mundo microscópico podemos juzgar si algo existe, a través de un microscopio o cualquier otro equipo, lo mismo sucede en el mundo invisible; podemos ver y discernir el mundo espiritual a través de la Biblia. Si no fuera a través de la Biblia, que es un microscopio dado por Dios, ¿cómo podríamos encontrar al Padre y confirmar la existencia de la Madre? Sin las profecías de la Biblia, ¿cómo podríamos interpretar el tiempo presente? Tenemos que comprender a Dios Padre y a Dios Madre a través de la Biblia, y también debemos encontrar la voluntad de Dios en ella. Es la Biblia la que prueba todas las cosas.

Ya que la Biblia nos dice que las cosas espirituales son discernidas espiritualmente, confirmemos más el valor de la Biblia. La gente del mundo valora mucho las cosas terrenales, pero nosotros encontramos el mayor valor en las cosas celestiales. Esta es la razón por la que sus pensamientos son diferentes del nuestro. Por eso, Jesús siempre nos hacía recordar el valor del reino de los cielos, y los antepasados de la fe también nos pidieron poner nuestro corazón en las cosas celestiales.

2 P. 1:19-21 『Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.』

Todo lo que Dios dice nunca puede fallar, sino que ciertamente sucederá (Is. 14:24-27, 46:11, 45:23). Las palabras de la Biblia no son historias que los hombres han creado, sino las palabras de Dios, que aún se están cumpliendo según el propósito y el plan de Dios para nuestra salvación.

Aunque las personas en el mundo no nos reconocen, no necesitamos ser influenciados por eso. Nuestra salvación depende de Dios. No importa cuánto traten de difamarnos y obstaculizarnos, pues nuestro Dios continúa realizando la obra de la redención.

La Biblia dice que el Espíritu y la Esposa, el Padre y la Madre celestiales, aparecerán en los últimos días y llamarán a todas las personas para que reciban el agua de la vida, y que Jerusalén será llamada trono de Dios y que todas las naciones se reunirán en Jerusalén en aquel tiempo (Ap. 22:17, Jer. 3:17). Esta es una profecía acerca de Dios Madre que los hombres hablaron de parte de Dios y escribieron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

Gá. 4:26-31 『Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto. Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.』

“Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.” El apóstol Pablo también recibió estas palabras de Dios y las escribió, inspirado por el Espíritu Santo. La Biblia muestra que nosotros somos los hijos de la Madre Jerusalén, la mujer libre, y que como Isaac, somos hijos de la promesa. En ese tiempo, el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu. Lo mismo sucede ahora. La gente persigue constantemente al pueblo de Dios, que está predicando a Cristo, porque es una roca de tropiezo y una locura para ellos.

¿Puede un hombre esconder el cielo con sus manos? No obstante, ellos tratan de detener el evangelio de Dios que está siendo predicado en todo el mundo. Sin embargo, no importa qué hagan ellos, el gran plan de salvación establecido por nuestro Padre y nuestra Madre que administran el universo, está llevándose a cabo como está preestablecido. En la época de la iglesia primitiva, Dios añadía a la Iglesia de Dios cada día los que habían de ser salvos, incluso ante la persecución e impedimento de la gente (Hch. 2:47).


Algo que complace a Dios

Dios dice que no todo el que le dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad del Padre celestial (Mt. 7:21). Dios, nuestro Padre, dijo: “Pedro siguió a Jesús, Josué siguió a Moisés, Eliseo siguió a Elías, y yo sigo a la Madre”. Debemos comprender por qué Dios dijo esto, y según la voluntad del Padre tenemos que creer correctamente en Dios, nuestra Madre, a fin de que todos podamos alcanzar la salvación eterna en el reino de los cielos.

Nuestra fe viene de Dios. La Biblia dice que los hombres movidos por el Espíritu Santo recibieron las profecías de Dios y las escribieron. Todas las Biblias en idioma original o en cualquier otro idioma expresan que “la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre”. Si nuestra Madre no existiera, ¿cómo estarían escritas estas palabras en la Biblia? ¿Cómo la Esposa, que nos da el agua de la vida junto con el Espíritu que es Dios, nuestro Padre, estaría descrita en la Biblia?

Dar testimonio del Salvador que ha venido en la carne, es una roca de tropiezo para los judíos y una locura para los gentiles. No obstante, Dios dice que hay personas que anhelan y esperan las buenas nuevas en todo el mundo en los últimos días (al final de la época del evangelio), y que una vez que escuchen las noticias, volarán a Jerusalén nuestra Madre celestial como nubes, como palomas a sus nidos.

La predicación de Cristo es una roca de tropiezo para los judíos y una locura para los gentiles, pero es algo hermoso y agradable para Dios. Por eso, Dios anima a sus hijos que testifican a Cristo, diciendo: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén”, y: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas!” (Is. 40:9, 52:7).

Las ovejas de Dios escuchan su voz y lo siguen (Jn. 10:27). Cuando confiemos absolutamente y sigamos todas las enseñanzas de los 66 libros de la Biblia, la voz de Dios, alcanzaremos el eterno reino de los cielos. Creyendo en esto firmemente y poniéndolo en práctica, proclamemos rápidamente la gloria del Padre y de la Madre celestiales en todo el mundo, como “hijos de la luz” e “hijos de la promesa”.