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Los valores del reino de los cielos y su método de cálculo
Todos los que viven en el mundo tienen su propio estándar de valor. Algunos valoran los bienes materiales o las riquezas, otros el conocimiento, y otros las diversiones o pasatiempos.
A diferencia de la gente del mundo, esperamos cosas invisibles y eternas. Como “ciudadanos del cielo”, necesitamos dar prioridad al estándar de valor del cielo cuando hacemos algo, pensando: “¿Qué pensaría Dios al respecto?”, en lugar de centrarnos en la opinión de la gente (ref. 2 Co. 4:18, Fil. 3:20).
De acuerdo con las normas de valor del reino de los cielos, todos somos valiosos. Incluso un trozo de piedra en la calle fue creado por Dios y tiene su propio valor y una razón para estar allí. ¡Cuánto más valiosos somos los seres humanos! ¿Creen que Dios perdió el tiempo creando seres sin valor? De ninguna manera. Además, Dios nos ha aprobado y nos confió la misión de predicar el evangelio a siete mil millones de personas en todo el mundo. De hecho, somos personas realmente preciosas encargadas de la tarea más valiosa.
Aunque no llevemos fruto, no nos despreciemos pensando: “¿Por qué no puedo llevar fruto mientras que otros llevan muchos?” En cambio, esforcémonos en todo lo que hagamos. Entonces Dios considerará grandes nuestros pequeños esfuerzos y oraciones, y nos permitirá llevar hermosos frutos en algún lugar.
Los valores del reino de los cielos, medidos por los esfuerzos
¿Cuáles son los valores del reino celestial y su método de cálculo? Encontremos la respuesta en Lucas 21.
Lc. 21:1-4 “Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.”
Dos blancas valían solo una fracción de un centavo, valor al que nadie prestaría atención. Sin embargo, Jesús puso más atención en lo que dio la viuda pobre, y dijo que su ofrenda era mayor que todas las ofrendas que los ricos habían echado. De acuerdo con el método de cálculo de esta tierra, dos blancas eran de escaso valor, pero Jesús vio su hermosa fe y sinceridad en su ofrenda, ¿no es así?
¿Por qué Jesús mencionó esta escena y permitió que se escribiera en la Biblia, para que fuera transmitida hoy a nosotros? Tenemos que pensar cuidadosamente en ello. Dios acepta alegremente lo que le damos con un corazón sincero y fe hacia Él, aunque sea algo pequeño. También considera grande nuestro pequeño esfuerzo de obedecer su palabra. A los que tienen poca habilidad pero se esfuerzan, Dios los considera más valioso que los que tienen mucha capacidad y logran grandes obras (Ap. 3:8).
Somos pobres, débiles e indignos según el estándar de valor de esta tierra. Pero según el estándar de valor del cielo y su método de cálculo, Dios nos considera seres muy valiosos. Por lo tanto, si juntamos nuestras oraciones y esfuerzos para la obra del evangelio, aunque sean pequeños, podremos dar alegría al Padre y la Madre, ¿no es así? Nuestras fervientes oraciones pidiendo a Dios que nos ayude a usar valiosamente nuestras pequeñas capacidades para Él, y nuestros pequeños esfuerzos por cambiar nosotros mismos, y nuestro corazón para seguir la palabra de Dios, todo esto es verdaderamente valioso según el valor del reino de los cielos y su método de cálculo, aunque no parezcan muy importantes para otras personas. Debemos tener en cuenta este hecho.
Los apóstoles comprendieron el valor del reino de los cielos
Con esta mentalidad, los apóstoles dieron a Dios toda su lealtad, siendo fieles incluso en lo poco. Ahora, a través de la historia de la iglesia primitiva, veamos qué clase de fe tuvieron los que comprendieron correctamente el valor del reino de los cielos.
Hch. 4:13-20 “Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.”
En obediencia a la última orden de Jesús, los apóstoles pusieron todo su corazón y alma en predicar el evangelio en Samaria y hasta lo último de la tierra. Aunque eran hombres sin letras y del vulgo, las palabras que salían de su boca eran más poderosas que cualquier palabra de la gente educada. Esto sorprendió a los líderes religiosos judíos, y les amenazaron que no predicaran en el nombre de Jesús. Sin embargo, los apóstoles se negaron a escucharlos, diciendo: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Mostraron su firme voluntad de seguir el estándar de valor de Dios, y no el del mundo.
Ya que estaban del lado de Dios y se ajustaron al estándar de valor establecido por Dios, nunca cedieron ante ningún obstáculo ni impedimento externo. El evangelio se extendió más rápidamente gracias a aquellos que comprendieron correctamente el valor del reino de los cielos y su método de cálculo.
“¿Cómo lo juzgaría Dios?” Este es el método de cálculo y el estándar de valor del cielo. “¿Qué pensaría la gente de ello?” Si este pensamiento viene primero a nuestra mente, nos desviaremos del estándar de Dios: “¿Qué opinaría Dios al respecto?” Podremos tener los valores correctos del reino de los cielos cuando siempre pensemos primero en Dios: “¿Qué pensaría Dios de mi comportamiento de hoy?” “¿Cómo verá Dios mis pensamientos de hoy?”
Hch. 5:28-42 “[…] diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. […] Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos. Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo: […] Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios. Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.”
Como el evangelio de la iglesia primitiva prosperó más y más, tres mil personas se bautizaron en un solo día, y cinco mil en otro día. Los líderes religiosos judíos se sentían muy amenazados por esto, y no dejaban de impedir a los apóstoles predicar el evangelio. Sin embargo, los apóstoles pensaron que era justo obedecer a Dios antes que a los hombres y se pusieron del lado de Dios. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
En la época del Padre, el pueblo de Dios proclamó el nombre de Jehová, y en la época del Hijo, el nombre de Jesús. Ahora estamos viviendo en la época del Espíritu Santo. En esta época, debemos proclamar la gloria de Cristo Ahnsahnghong y de la Madre celestial Nueva Jerusalén, el Espíritu y la Esposa, y nunca debemos cesar de predicar el evangelio. Satanás trata de impedir la verdad de Dios, como hizo en los tiempos de la iglesia primitiva. Puesto que el fuego del Espíritu Santo está ardiendo cada vez más fuerte, Satanás se siente muy amenazado y tiembla de miedo. No obstante, a pesar de todos los impedimentos de Satanás, más y más hijos de Dios en todo el mundo están regresando a los brazos del Padre y la Madre mediante el poder del Espíritu Santo, que es siete veces más fuerte que el de la iglesia primitiva.
La Biblia dice que si nuestro consejo y obra es de Dios, nunca se desvanecerá. Teniendo en cuenta los valores del reino de los cielos y su método de cálculo, debemos hacer nuestro mayor esfuerzo por cumplir nuestra misión dada por Dios como obreros del evangelio.
Moisés y Noé vieron el valor del reino de los cielos
También en la época del Padre, igual que en los tiempos de la iglesia primitiva, había personas que tenían el estándar de valor celestial. A través de sus ejemplos, pensemos de nuevo en qué debemos valorar mientras vivamos en el mundo.
He. 11:24-26 “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.”
En ese momento, Moisés estaba en una posición muy elevada; podía haber esperado heredar el trono de Egipto como hijo de la hija de Faraón. Sin embargo, rechazó aquella gloria. Él voluntariamente escogió ser maltratado con el pueblo de Dios, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios.
Aquí, podemos ver que Moisés eligió los valores del reino de los cielos en lugar de los valores de este mundo. Él valoró más la vida de un profeta que guiaba al pueblo de Dios sufriendo con ellos, que la gloria que duraría poco tiempo en esta tierra. Por esta razón, Dios le concedió la gran gloria y el honor del cielo.
He. 11:7 “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.”
No solo Moisés, sino también Noé parecían hacer algo inútil y absurdo de acuerdo con los valores de la gente del mundo y su método de cálculo. Dios dijo a Noé que construyera un arca de tres pisos que era de unos 135 metros de largo. Noé construyó el arca tal como Dios la había diseñado. Ese enorme barco no se construyó en el río ni en el mar, y no era un buque mercante ni un buque de pasajeros con fines de lucro. El arca no tenía timón para el control direccional ni mástil ni ningún mecanismo de dirección. Según el método de cálculo mundano, parecía que el arca era un gran desperdicio de dinero y trabajo.
Sin embargo, Noé creyó en esto: existe cierta providencia en cada palabra de Dios, que anunció lo por venir desde el principio, que es para nuestro propio bien. Con esta fe absoluta, Él obedeció la palabra de Dios y participó en su asombrosa obra. La razón por la que pudo hacerlo a pesar de todos los obstáculos de la gente que lo rodeaba, era que valoró el reino de los cielos y aplicó el método de cálculo celestial en su vida. Él prosiguió con la obra creyendo absolutamente que la obediencia a la palabra de Dios sin duda traería grandes bendiciones. Como resultado, finalmente pudo construir el arca de la salvación, que salvó a la humanidad de la muerte y evitó la extinción de los animales del mundo.
Algo aparentemente trivial nunca es pequeño según el método de cálculo celestial
Moisés rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón escogiendo ser maltratado con el pueblo de Dios. Noé dedicó mucho tiempo y esfuerzo a la construcción del arca. La vida de ellos parecía irrazonable para la gente del mundo. Por eso la Biblia dice que el mundo no era digno de su fe.
He. 11:33-38 “[…] que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.”
Todos los antepasados de la fe se consagraron plenamente a los valores del reino de los cielos. Ya que los santos de la iglesia primitiva eran firmes en los valores celestiales, predicaron valientemente el evangelio compartiendo la palabra de Dios con toda la gente de su alrededor, para que el evangelio de Cristo se extendiera rápidamente en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta lo último de la tierra.
Como ellos, ahora estamos llevando a cabo nuestro papel como obreros del evangelio, predicando el eterno y hermoso reino de los cielos a mucha gente que vive en esta tierra y alumbrando los brillantes colores del cielo en su corazón. A fin de predicar el evangelio a siete mil millones de personas en todo el mundo según nuestra misión en esta época, primero necesitamos adherirnos a los valores del reino de los cielos, que tuvieron los santos de la iglesia primitiva. Siempre examinemos nuestras obras, preguntándonos: “¿Qué pensaría Dios al respecto?” Si nuestro consejo y obra son de los hombres, se desvanecerán; mas si son de Dios, nadie los podrá destruir.
Noé construyó el arca siguiendo la orden de Dios. De esta manera, ahora estamos predicando el evangelio en Samaria y hasta lo último de la tierra también según la orden de Dios. Esto implica que deseamos recibir grandes bendiciones que Dios nos permitirá en un mundo mucho más glorioso, llevando una vida digna de su llamado y sufriendo durante un breve tiempo teniendo puesta la mirada en nuestro galardón, como hizo Moisés.
La Biblia dice que los que enseñan la justicia a la multitud, resplandecerán como las estrellas a perpetua eternidad (Dn. 12:3). Espero que todos tengan esa gran fe y valores correctos hacia el reino celestial, de modo que sean más obedientes a la voluntad de Dios en su vida cotidiana. Cuando consideren la gloria celestial como de mayor valor que la gloria de esta tierra, podrán dedicarse a la predicación y cuidar bien de cada alma que escuche la palabra de Dios, con el corazón de la Madre.
No descuiden nada, ni la más pequeña de las oraciones, ni el menor arrepentimiento ni la más pequeña chispa de pasión. Las cosas que parecen triviales realmente no son pequeñas. Dios considera nuestra sincera fe y esfuerzo, aunque sea pequeño, como mayor que una cantidad visiblemente grande de esfuerzo sin fe ni sinceridad. Estas pequeñas cosas se han acumulado y llegan a ser cosas grandes. Como resultado, mil frutos, diez mil frutos y miles de miles de frutos están naciendo en un corto período.
Somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan y aquella misma sangre (1 Co. 10:16-17, 12:12-27). Es posible que hayamos sido débiles y faltos de entusiasmo para encender algo. Una pequeña chispa de pasión de alguien desde algún lugar, sirve como un medio y un gran factor para la expansión del evangelio, y puede desempeñar un rol muy importante en culminar la evangelización mundial. Lo que parece pequeño nunca es pequeño según el método de cálculo celestial. Grabando esto en nuestro corazón, centrémonos más en los juicios y valores del cielo que en los de la gente, y hoy también llevemos una hermosa vida de la fe de acuerdo con la palabra de Dios.