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Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

Las bendiciones de la predicación

Creo que todos en Sion conocen muy bien la importancia de la misión de la predicación y sus maravillosas bendiciones. ¿Qué le pasaría al mundo si no hubiera personas llamadas y enviadas por Dios?

Hay un libro escrito por el autor estadounidense Rowan Jacobsen titulado Otoño infructífero (La desaparición de las abejas y la próxima crisis agrícola), cuyo título en sí mismo es muy significativo e invita a reflexionar. La misión de los evangelistas en el mundo espiritual es muy similar al rol de las abejas que hacen de este mundo un lugar fructífero. Sin los evangelistas del evangelio, el mundo se convertiría en un lugar en donde nadie podría esperar el fruto de la salvación. Pensemos en la gran bendición que es tener la autoridad dada por Dios de salvar al mundo.


El ecosistema sin las abejas y el mundo espiritual sin evangelistas

Vemos una variedad de frutos en las montañas y los campos, pero no se forman por sí solos. La mayoría de ellos son los frutos que se producen gracias a las abejas que vuelan en lo profundo de las montañas y los campos remotos cargando el polen. Incluso unos insectos tan pequeños vuelan afanosamente de flor en flor, ayudando a los frutos y las cosechas a madurar, en cumplimiento del mandato de Dios.

A pesar de que las abejas son criaturas tan pequeñas, son muy valiosas para las plantas que dan fruto con su ayuda y también para los animales que se alimentan de ellos. Si las abejas desaparecieran de la tierra, las plantas frutales se extinguirían una tras otra y esto afectaría considerablemente al ecosistema. Más del 60 % de los cultivos alimentarios en todo el mundo produce frutos porque reciben el polen de las abejas. Por lo tanto, si las abejas desaparecieran, el ecosistema de las plantas se destruiría, lo cual tendría un enorme impacto en el sistema de la tierra, dando como resultado la destrucción de los herbívoros que se alimentan de las plantas, los animales que se alimentan de los herbívoros e incluso de los seres humanos. Por esa razón Albert Einstein dijo: “Si las abejas desaparecieran, al hombre le quedarían cuatro años en la Tierra”.

Así como el autor advirtió que habría un otoño infructífero sin las abejas, el futuro de la humanidad se oscurecería sin los predicadores del evangelio.

Ro. 10:13-15 “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”

La fe viene por oír el mensaje. ¿Cómo pueden las personas oír el evangelio del nuevo pacto sin haber quien les predique? ¿Cómo pueden creer en el Padre y la Madre celestiales, que son los Salvadores en esta época, si no han escuchado sobre ellos? Decirles las buenas nuevas de salvación y ayudarles a reconocer al Salvador y creer en Él, es lo que debemos hacer como aquellos que han recibido la verdad del nuevo pacto antes, y la han guardado en sus corazones.

Dios ha confiado la misión de predicar el evangelio a su pueblo que será salvo. En obediencia al santo mandamiento de Dios, debemos desempeñar el rol de abejas espirituales.

Sin alguien que entregue la luz de la verdad, esta tierra será un lugar caótico en donde solamente haya completa oscuridad. Dios, que es la luz verdadera, ha ordenado a sus hijos: “Levántate, resplandece” (Is. 60:1-4). Para el futuro brillante de la humanidad, debe haber predicadores del evangelio que lleven a cabo su misión fielmente.


“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo”

Prediquemos el evangelio a muchas personas a nuestro alrededor para que sus almas puedan ser salvas, sin dejarlas solas. Necesitamos enorgullecernos de nuestro papel y participar en la obra del evangelio que complace a Dios, haciendo discípulos a todas las naciones como evangelistas.

Las bendiciones de la predicación no son entregadas a cualquiera. Dios ha confiado la misión de la predicación únicamente a quienes aprueba.

1 Ti. 2:3-4 “Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.”

2 Ti. 4:1-5 “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.”

No podemos alcanzar la salvación sin hacer nada. Si no trabajamos arduamente para llevar los frutos espirituales, el mundo se alejará gradualmente de la salvación. Dios anhela fervientemente la salvación de toda la humanidad. Por esa razón nos mandó predicar su palabra, e instar a tiempo y fuera de tiempo, como evangelistas.

Como las abejas que viajan por todo el país para encontrar flores, a través de lo cual trasladan el polen y hacen que den frutos, prediquemos la palabra de Dios diligentemente. Debemos producir los frutos espirituales orando con fervor por las almas de aquellos que todavía no han escuchado la palabra de Dios, y entregarles las palabras de la verdad con diligencia. Solo entonces ofreceremos a Dios las preciosas primicias, los redimidos de entre los de la tierra (ref. Ap. 14:4-5, Is. 66:20).


Amonéstenlos de mi parte

Mt. 28:18-20 “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Jesús proclamó que Él tenía toda la potestad en el cielo y en la tierra, y después dijo: “Haced discípulos a todas las naciones”. La predicación es lo que Dios, que posee toda la potestad en el cielo y en la tierra, nos ha mandado realizar; es la ejecución de la autoridad que Dios nos ha dado sobre todas las personas.

La predicación es la gran tarea de ejecutar la autoridad de Dios en su nombre. No es algo que podamos tomar o dejar; si no predicamos el evangelio, los siete mil millones de personas correrán peligro.

Ez. 3:17-19 “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.”

Considerando las palabras: “Y los amonestarás de mi parte”, podemos ver que vamos a todas las naciones como profetas del evangelio con la autoridad de Dios en su nombre. Al ir y predicar el evangelio, aquellos que lo acepten serán salvos, pero los que no crean serán condenados.

Mr. 16:15-16 “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Prediquemos las buenas nuevas de salvación a todas las personas que aún están esperando la salvación, sin descuidar la tarea dada por Dios. Al predicar las buenas nuevas, hay algunas personas que se niegan a escuchar, pero ciertamente también están quienes serán salvos. Por eso, Dios nos dijo que prediquemos escuchen o dejen de escuchar sin darse por vencidos (Ez. 3:10-11).


Los evangelistas que llevan frutos en Dios

Hemos recibido una santa y maravillosa misión del Padre y la Madre celestiales. No obstante, si nos mantenemos callados, es como si las abejas se detuvieran sin hacer nada. Las abejas fueron creadas para recolectar miel y trasladar el polen. No importa cuántas abejas estén en una colonia, si ninguna de ellas trabaja, no hay razón para su existencia, y dará resultados en contra de la voluntad de Dios, el Creador.

Somos los hijos del cielo que muestran el esplendor de Dios (Is. 60:21). En obediencia al santo mandamiento de Dios que nos ha salvado, vayamos a Samaria y hasta lo último de la tierra y cosechemos el fruto de la salvación diligentemente.

Jn. 15:1-5 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”

Sin importar cuán diligentemente prediquemos el evangelio, no podremos llevar frutos a menos que permanezcamos en Dios. Cuando recibimos vitalidad y nutrientes de Dios, quien es la vid, nosotros, que somos los pámpanos, podemos llevar frutos. Al predicar el evangelio siempre necesitamos trabajar duro, pensando en la voluntad de Dios que nos ha confiado esa importante misión.

Dios nos ha enseñado la verdad a nosotros antes, para darnos la oportunidad de acumular más bendiciones en el cielo. El Padre y la Madre celestiales han perdonado todos nuestros pecados cometidos en el cielo. Les pido con sinceridad, hermanos y hermanas de Sion, que no pierdan la oportunidad de retribuir la gracia del Padre y la Madre, sino que se levanten y proclamen el evangelio fuertemente a todo el mundo.