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El maná escondido y Cristo Ahnsahnghong

La Biblia nos enseña que lo más importante es comprender a Cristo, el misterio de Dios (Col. 1:26-27, 2:1-3). Hace dos mil años, Jesús mismo enseñó que Él es el Cristo, a través del maná —el pan de vida— del cielo. La mayoría de las personas, que habían escuchado las palabras de Jesús, no creyeron en Él y lo dejaron. Sin embargo, los discípulos como Pedro, Juan y Santiago, siguieron a Jesús hasta el final, comprendiendo que Él es el Cristo que da palabras de vida eterna. A través de la Pascua del nuevo pacto, Jesús dio el maná del cielo a quienes lo reconocieron.

Es lo mismo en esta época del Espíritu Santo. Dios da el “maná escondido” a quienes comprenden que Cristo es la realidad del maná. Veamos las enseñanzas de la Biblia, para reconocer claramente a Cristo que nos da el pan de vida eterna en esta época y proclamarlo al mundo entero.


El camino al cielo

Si planea un viaje, buscará previamente información sobre el destino que desea visitar. En estos días, la mayoría de las personas organizan su viaje buscando cuidadosamente en Internet información sobre rutas, alojamiento, transporte público y otros datos relevantes.

Todos ponemos nuestra esperanza en el cielo y recorremos el camino de la fe para poder ir allí junto con todas las personas. Por eso, debemos conocer claramente el camino al cielo, nuestro destino espiritual, y encontrar información precisa sobre él, ¿no es verdad?

Para esto, Dios nos ha dado la Biblia para obtener una visión del mundo espiritual. La Biblia, que Dios escribió a través de sus profetas, es un libro que proporciona información variada sobre el cielo, que no podemos ver con nuestros ojos físicos. Debemos encontrar el camino al cielo en la Biblia. Y Jesús también nos ha enseñado claramente el propósito de estudiar la Biblia.

Jn. 5:39-40 “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

El que quiera tener vida eterna e ir al cielo, debe venir a Cristo, quien tiene el poder de salvar. Sin embargo, los judíos en el tiempo de Jesús se negaron a venir a Él, aunque querían tener vida eterna. Se negaron a creer en Jesús, quien vino como un hombre al igual que ellos, como el Cristo, solo mirando su apariencia externa. Es porque no sabían que Jesús es el camino al cielo (Jn. 14:6).

La Biblia es nuestra guía o navegación que nos da direcciones al cielo. Por ello Dios ha advertido seriamente a todos los que leen la Biblia que no agreguen ni quiten de ella. Esto se debe a que, si agregamos o quitamos algo de la palabra de Dios, nos desviaremos del camino que conduce al cielo y entraremos en el camino equivocado y las plagas y destrucciones caerán sobre nosotros (Ap. 22:18-19).

Todo lo que tenemos que hacer es seguir las pautas dadas en la Biblia. Sin embargo, lamentablemente algunas personas no siguen las instrucciones que proporciona la Biblia, a pesar de que dicen que quieren ir al cielo. La Biblia contiene la información más precisa sobre cómo entrar en el reino de los cielos. Entonces no debemos ir más allá de lo que dice la Biblia. A través de la Biblia, descubramos la realidad del maná escondido y veamos si estamos corriendo en la dirección correcta al cielo.


Maná, el pan de vida

Hace dos mil años, los judíos vieron a Cristo justo delante de ellos, pero no creyeron en Él. Le pidieron a Jesús que les mostrara una señal milagrosa que pudiera ayudarles a creer en Él, y mencionaron el maná que sus antepasados habían comido en el desierto.

Jn. 6:27-31 “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. […] Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.”

Querían que Jesús les mostrara una señal como cuando Jehová hizo llover maná del cielo para que su pueblo comiera.

Para entender esta escena, primero averigüemos sobre el maná. El maná en la historia del Antiguo Testamento es la comida que Dios hizo llover sobre los israelitas en el desierto hace 3500 años.

Éx. 16:4-7 “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto, y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; […]”

Aproximadamente un mes después de que los israelitas salieran de Egipto, comenzaron a quedarse sin la comida que habían llevado consigo. En el desierto, no había comida ni agua, y tampoco había tierras agrícolas. Como la comida que era esencial para su supervivencia, se había agotado, comenzaron a quejarse y murmurar. Entonces Dios hizo llover maná del cielo para ellos.

Éx. 16:31-35 “Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel. […] Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán.”

Había unos seiscientos mil hombres de veinte años o más. El número total de israelitas, incluyendo mujeres y niños, se estimó en unos 3 000 000. Dios hizo llover pan para todos ellos todos los días durante cuarenta años, y los condujo a la tierra de Canaán.


Yo soy el pan de vida

Cuando Jesucristo vino a esta tierra hace dos mil años, reveló la realidad del maná mientras explicaba la historia del desierto.

Jn. 6:32-36 “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. […] Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.”

El maná, que Dios hizo llover hace 3500 años, es una figura y sombra para dar testimonio de Cristo, el pan de vida espiritual. Jesús mismo nos enseñó que Él es el “pan de vida del cielo”, es decir, la realidad del maná.

Jn. 6:49-57 “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.”

Jesús enfatizó repetidamente: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”. Los israelitas en el pasado comieron el maná, pero al fin y al cabo murieron. Sin embargo, aquellos que comen la carne de Jesús y beben su sangre nunca pasarán hambre y vivirán para siempre. Esto es porque Jesús mismo, la realidad del maná, vino como el pan espiritual. Sin embargo, muchas personas no reconocieron a Jesús y lo abandonaron aunque habían escuchado sus palabras (Jn. 6:66).


El maná y la verdad del nuevo pacto

Estamos caminando por el desierto de la fe hacia el cielo, la Canaán espiritual. Al ver lo que les sucedió a los israelitas, podemos suponer que no habrían podido sobrevivir en el desierto sin el maná. Durante el viaje de cuarenta años por el desierto, satisficieron su hambre con comida del cielo y pudieron entrar en la tierra de Canaán que fluía leche y miel. Del mismo modo, debemos recibir a Cristo, quien es la realidad del pan de la vida eterna, para que nuestras almas nunca pasen hambre ni sed nuevamente y podamos terminar el viaje en el desierto de la fe y entrar en el eterno reino de los cielos.

Dios ha establecido la ley del nuevo pacto para aquellos que solo prestan atención a las palabras de vida eterna y siguen a Cristo, de modo que puedan comer el maná espiritual.

Mt. 26:17-19, 26-28 “[…] Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. […] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

El pan de la Pascua representa el cuerpo de Jesús, y el vino de la Pascua su sangre. Al poner el pacto de vida eterna en el pan y el vino de la Pascua, Jesús ha prometido que resucitará en el día postrero a los que coman el pan y beban el vino. La Pascua del nuevo pacto es la verdad que nos permite comer la carne y beber la sangre de Cristo, la realidad del maná de vida.

El cielo es un lugar adonde pueden ir solo aquellos que tienen vida eterna. Con el cuerpo mortal, nadie puede entrar en el eterno reino de los cielos. Es por eso que Cristo vino a esta tierra y estableció la Pascua del nuevo pacto. Así, a través de su carne y su sangre, los seres humanos pueden tener el perdón de los pecados y la vida eterna para entrar en el reino de los cielos.

La Pascua es la única verdad que nos hace ser uno con Cristo. Cuando participamos del pan y el vino de la Pascua, Dios, que es la vida, permanece en nosotros. Debemos sentirnos orgullosos por el hecho de permanecer en la verdad de la Pascua del nuevo pacto, la forma de comer el maná de vida, y predicar estas buenas nuevas de vida a todas las personas del mundo, para que todos juntos podamos entrar en la eterna Canaán celestial.


Dios nos da el maná escondido


Después de la ascensión de Jesús, la iglesia sufrió debido a la persecución romana hacia los cristianos. Posteriormente, las falsas doctrinas originadas en el paganismo se introdujeron en la iglesia, y las verdades de vida que Jesús había establecido, desaparecieron por completo, sin dejar rastro. A principios del siglo IV, el Día de Reposo y la Pascua fueron abolidos completamente; y en su lugar, el culto dominical y la Navidad se introdujeron en la iglesia y la cruz también comenzó a usarse en la iglesia.

La Biblia dice que Dios vendrá a esta tierra de nuevo para salvar al mundo donde la verdad ha desaparecido y solo hay oscuridad.

He. 9:27-28 “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”

Hace dos mil años, Jesús vino a esta tierra en la carne. Vino como un hombre semejante a nosotros, por lo cual los líderes religiosos de su tiempo no creyeron en Él, a pesar de que les dijo muchas palabras preciosas.

La Biblia explica que Cristo vendrá nuevamente en la carne en los últimos días, como lo hizo en su primera venida, para salvar a los que le esperan. Entonces, ¿cómo podemos reconocer y recibir a Cristo cuando viene por segunda vez?

Ap. 2:17 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”

El Espíritu dice a las iglesias: “Al que venciere, daré a comer del maná escondido”. Esto significa que Jesús vendrá de nuevo con el maná escondido y guiará a los seres mortales al cielo en la época del Espíritu Santo.

Dios viene a esta tierra con la misma señal tanto en su primera venida como en la segunda. Debemos esperar a aquel que le da a la humanidad la verdad de la Pascua del nuevo pacto, y encontrarlo cuando venga a esta tierra en la carne, como lo hizo hace dos mil años. Es porque no podemos recibir la vida eterna y la salvación a menos que Él nos dé el maná escondido (Is. 25:6-9).

Entonces, ¿quién nos ha revelado la verdad de vida del nuevo pacto hoy en día? Había muchos líderes religiosos, reformadores y teólogos en todo el mundo, pero ninguno de ellos enseñó que debíamos celebrar la Pascua del nuevo pacto. Solamente Cristo Ahnsahnghong reveló la verdad de la Pascua, el maná que se había mantenido oculto durante 1600 años, cuando vino a esta tierra. Por eso, podemos tener el pan de vida y entrar en el cielo, la Canaán espiritual que fluye leche y miel.

Sin el maná, no podemos ir a Canaán. Por esa razón, Cristo, que es el maná de vida, ha venido a esta tierra y hoy también nos guía al cielo a sus hijos. Nos guio ayer también y nos guiará para siempre. Pido sinceramente a todos nuestros miembros de Sion, que reciban a Cristo Ahnsahnghong, sigan su camino de sacrificio y amor, predicando la verdad de vida del nuevo pacto a muchas personas y guíen a toda la humanidad al eterno reino de los cielos.